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Daniel Rodríguez Herrera

La cabo Roberto Perdigones y los privilegios

En este supuesto patriarcado en el que vivimos, ser mujer tiene innumerables ventajas.

En este supuesto patriarcado en el que vivimos, ser mujer tiene innumerables ventajas.
Irene Montero y Ione Belarra tras entregar sus respectivas carteras de ministras | EFE

Han entrevistado en un par de televisiones a la cabo Roberto Perdigones, alias "Gones", que ha cambiado su sexo registral y es ahora mujer, según la ley que no sólo le permite hacerlo sin tener que presentar prueba alguna de su condición, sino que además prohíbe poner en duda que se siente mujer, que es mujer. Sin embargo, como no se ha cambiado el nombre, ni se afeita, ni se maquilla, ni se ha dejado el pelo largo, ni se acuesta con hombres, para muchos de los periodistas que le hacían preguntas no era tan mujer como puedan serlo Samantha Hudson o Elizabeth Duval. Décadas de lucha contra de los estereotipos de género, de chicas que no se afeitan ni el sobaquillo para demostrar lo muy feministas que son, han desembocado en que sean precisamente los estereotipos los que acaben definiendo si eres hombre o mujer.

Los medios nos informan, muy solícitos ellos, que en Ceuta 37 funcionarios han decidido cambiar de sexo y nos aseguran, con un comentario digno del capitán Renault, que hay sospechas de que lo han hecho para obtener ventajas legales reservadas para mujeres. Verdaderos privilegios, "ventajas exclusivas o especiales" que gozan por una "determinada circunstancia propia"; leyes privadas a favor de las mujeres. Porque en este supuesto patriarcado en el que vivimos, ser mujer tiene innumerables ventajas. La cabo Roberto no lo niega: aunque asegura haberse cambiado de sexo porque se siente lesbiana, también reconoce que le han informado de que su pensión de jubilación ha subido, porque las mujeres militares tienen mejores pensiones, y que su sueldo ha aumentado un 15% por tener un hijo y ser mujer, dado que los militares de género masculino no cobran más por tener descendencia, pero ellas sí. Incluso dispone de habitación privada con baño propio porque no puede estar en el barracón con los hombres ni quería incomodar a las mujeres.

"Te estás aprovechando de la Ley Trans para medrar, ascender y luchar por la custodia de tu hijo", le riñó Susanna Griso en directo, sin darse cuenta quizá de que sus palabras dejaban al desnudo una de las mayores mentiras feministas, las supuestas ventajas con que contamos los hombres frente a las mujeres. Y es que Roberto, en proceso de divorcio, no tiene riesgo de que lo denuncien en falso por violencia de género, tan sólo por violencia doméstica, que conlleva penas mucho menores y, sobre todo, no implica la pérdida automática de la custodia. "No es normal que el 75 % de los hombres que piden el cambio de sexo no cambian su nombre ni su apariencia. Lo que hacen es aprovecharse de la ley trans, para beneficiarse de unas supuestas ventajas", decía uno de esos activistas que vive de su orientación sexual y de denunciar agresiones de octogenarias navajeras pijas. Y no sería normal si no fuera porque esas ventajas son completamente reales. Siendo las cosas como son, lo extraño es que el porcentaje no esté más cerca del 100%.

Vivimos en un patriarcado que no deja de otorgar privilegios legales a las mujeres. Al final la ley trans, esa barbaridad escrita por idiotas, llena de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido, está al menos dejando claro que España no es un país machista donde ser mujer implica estar discriminada. No es de extrañar que haya causado semejante cisma en el feminismo: está mostrando con demasiada claridad que es una estafa.

Cada uno de los que ve a Roberto Perdigones y concluye que no es una mujer, sino un hombre, sólo puede ser coherente si concluye a su vez que también son hombres Samantha Hudson y Elizabeth Duval. Y para que no existan sospechas sobre Roberto Perdigones, los 37 funcionarios de Ceuta ni ningún otro hombre sobre su decisión de cambiar su sexo en el registro, lo que hay que eliminar son las cuotas y demás privilegios legales de los que disfrutan las mujeres en España. Pero aún no hemos llegado al punto en que la verdad y la justicia se impongan.

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