
Hagamos el ejercicio de ponernos en la cabeza de un votante de izquierdas. Lo único que ha quedado del PSOE con el paso de Zapatero y Sánchez, aparte del control de todas las instituciones del Estado, es el llamamiento a que no gobierne la derecha y, en último término, el fantasma del miedo a la ultraderecha, entendida como la derecha nacional. La ultraderecha independentista de PNV y Junts, en cambio, no es de temer a pesar a su terrible historia porque ayuda con sus votos a los socialistas.
Si el PSOE no tiene ya más ideología que la del poder y la de situarse en contra de todo lo que defiende la derecha nacional y los propios socialistas hace cinco minutos hasta que sus socios les ponen el grito en el cielo, ¿para qué sirve votarlos? El actual presidente del Gobierno, gracias a los votos de terroristas y golpistas, ha demostrado que da igual el número de escaños que tengan los socialistas: mientras la derecha no sume, venderá a su madre con tal de seguir en el poder. Da igual que sean dos partidos o veintiocho. Habrá pacto y se les dará a todos lo que pidan, extrema derecha regional incluida.
En el proceso de destrucción de España y del PSOE en que se embarcaron los socialistas desde el 13-M se han ido dejando atrás sus graneros de voto, los que le daban la base que les permitió alcanzar mayorías. Dado que no podrán volver a gobernar en España en muchísimo tiempo salvo con el apoyo de la extrema izquierda y el independentismo, y a que han dejado claro que a cambio del poder no les importa destruir España como nación y como economía desarrollada, para un votante moderado de centro izquierda que no sea sectario, si es que tal cosa existe, el PP es ya un partido mucho más cercano a sus tesis que el PSOE. Y para un votante sectario e irredento de izquierdas, ¿de qué sirve votar al PSOE allí donde haya dejado de ser el voto útil?
Los hemos visto en las elecciones gallegas, donde muchos que tradicionalmente han votado al PSOE se han pasado o al PP o al BNG, que es el partido que aglutina el voto útil de izquierdas. Lo hemos visto en Madrid, donde los errejonistas los han desplazado como primera opción dentro de su espectro. Lo veremos en el País Vasco, donde los proetarras de Bildu se situarán como primera fuerza muy destacada dentro de la izquierda. Existe, es verdad, un claro desplazamiento de voto hacia el PSOE cuando hay elecciones generales, pero ¿se mantendrá en el tiempo? Parece difícil si, como estamos viendo especialmente desde el 23-J, es un voto que sólo sirve como argamasa para gobernar con el programa de sus socios de extrema izquierda y extrema derecha. Un gallego que vota al BNG en las elecciones regionales, o a Bildu o ERC, y al PSOE en las generales, ¿cuándo tardará en ver que su voto es más útil si fuera directamente a la marca local para que pueda presionar más en las negociaciones?
Desde el dóberman, la táctica del PSOE ha sido la de la demonización absoluta de la derecha. Pero desde esa lógica, si la derecha es el mal, el bien no puede ser la opción de izquierdas más moderada sino, por el contrario, siempre aquella que se aleje más del pecado mortal. Que el voto de izquierdas vaya progresivamente decantándose por los partidos a la izquierda del PSOE es lo predecible; la tensión que le convenía a Zapatero funciona maravillosamente bien hasta que se mueren tus votantes tradicionales y los jóvenes se decantan por aquellos a los que has enseñado que deben votar en lugar de a ti. Algunos miran a la nueva izquierda jacobina como posible solución, pero una vez identificada la defensa de la nación con la derecha, desprogramar décadas de adoctrinamiento no parece tarea tan fácil.
En todo caso, qué gran noticia sería la progresiva desaparición del cáncer de la democracia española. Lástima que el PSOE parezca tener más vidas que la población felina al completo.