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Santiago Navajas

Memez histérica

Lorca es demasiado importante para dejárselo a los lorquianos, sobre todo a los profesionales del "lorquismo".

Lorca es demasiado importante para dejárselo a los lorquianos, sobre todo a los profesionales del "lorquismo".
José María Hinojosa, Juan Centeno, Federico García Lorca, Emilio Prados y Luis Eaton. Residencia de Estudiantes, Madrid, 1924 | Archivo

En Granada ha presentado su dimisión Antonio Membrilla. Ha sido una dimisión a priori porque ni siquiera había llegado a tomar posesión del cargo del Patronato García Lorca de la Diputación de Granada. Membrilla, profesor de Lengua de Secundaria y portavoz del PP en el Ayuntamiento de Armilla, se había encontrado con la oposición de varios grupos de izquierdas. Siete asociaciones relacionadas con la Memoria Histórica, cinco municipios lorquianos (sea lo que sea un "municipio lorquiano"), dos sindicatos y tres partidos políticos de Granada habían convocado una concentración de protesta en el Centro de Estudios Lorquianos de Fuente Vaqueros para pedir al presidente de la Diputación el cese de Membrilla.

¿Cuál ha sido su gran "pecado"? Hace años escribió un tuit en el que calificaba a la Ley de Memoria Histórica de "memez histérica". Nada nuevo ni sorpresivo en el ámbito del PP, que incluso ha prometido derogar la Ley de Memoria Histórica cuando llegue al poder. Pero del PP ya se sabe cómo son sus promesas, véase Rajoy y Montoro respecto a los impuestos o el alcalde Almeida con Madrid Central. Sobre todo el PP se muestra vacilante en sus principios cuando los grupos de presión de izquierdas, con muchísimos intereses creados en forma de subvenciones y chiringuitos institucionales, le plantan cara, sabiendo como saben que a las primeras de cambio el lado conservador está dispuesto a ser más progre que los propios socialistas.

Javier Milei en Argentina se hubiese pasado la concentración de protesta por el forro de sus libros de Ludwig von Mises, pero Juanma Moreno Bonilla ha preferido ponerse de perfil para hacer una genuflexión a la izquierda y sacrificar al político de su partido. Rajoyano hasta la médula, Moreno Bonilla no es que no pueda plantear un debate cultural, ideológico y filosófico con la izquierda, sino que no quiere agitar en lo más mínimo la balsa de aceite que es el pantano andaluz donde la derecha compra la paz social a cambio de ceder instituciones, cargos, subvenciones y demás prebendas a las que gustan de poner la etiqueta de "cultural". Cada vez que en España alguien habla de cultura es para echar mano a la cartera del sufrido, paciente y resignado contribuyente, el cual calla y paga no vaya a ser que lo llamen "facha".

La paradoja es que con la reacción histérica de la izquierda andaluza ante la crítica de Membrilla a la noción de memoria histórica han venido a darle la razón en su sarcasmo sobre la memez histérica. En su libro Blasfemar en el templo, Adriano Erriguel constata cómo la blasfemia hoy día consiste en Occidente en denunciar "la dogmática de baratillo que ha sustituido a lo sacro y lo divino y se envuelve en las lentejuelas del progreso". Si, por ejemplo, te manifiestas en contra de la memoria histórica como una distorsión ideológica del pasado o desenmascaras la ideología de género como la versión pseudofeminista de la lucha de clases marxista date por censurado, cancelado, funado, despedido, calumniado, perseguido, acosado… En general, no comulgar con las ruedas de molino de la Doctrina para la Fe Políticamente Correcta te condenará al ostracismo social, la leprosería política y el señalamiento moral.

En el caso de Federico García Lorca, con el agravante de haber convertido al poeta asesinado en un cliché del que se aprovechan para reducirlo a un ariete en la lucha política. Decía Borges con su ironía frecuentemente sanguinaria que Lorca había tenido buena suerte de que lo fusilaran, en el sentido de que así se había hecho más famoso. Pero aparte de que el literato granadino no necesita para nada de la tragedia personal para su grandeza artística, en realidad su fusilamiento con nocturnidad y alevosía por los franquistas ha supuesto para él la losa del silencio, en primer lugar, y posteriormente su embalsamamiento simbólico por parte de los que lo han convertido en una industria cultural. Un buen ejemplo de la manipulación izquierdista de la memoria histórica es cómo en el programa de RTVE El mejor español de la historia se "olvidaron" de mencionar el amor por las corridas de toros de Federico, ya que no cuadra su defensa de la tauromaquia con el perfil de suprema víctima y beato laico, eliminando así las aristas que hacen de Lorca una figura mucho más compleja y fascinante de la que venden a los turistas del souvenir cultureta. Lorca es demasiado importante para dejárselo a los lorquianos, sobre todo a los profesionales del "lorquismo".

Lo que le ha pasado a Membrilla es un síntoma de la inquisición moralista, intolerante y opresora que está desatando la izquierda en todos los órdenes sociales. También James Damore blasfemó en el sentido de Erriguel cuando denunció a los memos que en la empresa Google tratan a las mujeres y a los negros como si fuesen discapacitados que necesitasen de cuotas y discriminación positiva. De los memos denunciados por Damore a la memez que ridiculizó Membrilla, lo relevante y revelador es que ambos fueron sacrificados ante la turbamulta de reaccionarios progres que en lugar del debate echan mano cada vez con más frecuencia de colocar sambenitos inquisitoriales sobre los adversarios políticos y disidentes filosóficos. De este modo consiguen su objetivo: implantar una cultura del miedo, un lenguaje castrado y una infantilización de las mentes. El que se mueva del simulacro de consenso no solo no sale en la foto, sino que se queda sin cargo público y sale retratado en todos los medios casi sin excepción como enemigo del pueblo. La izquierda pretende detentar el monopolio del pensamiento, ayer mediante la violencia, hoy con la intimidación, siempre con ese complejo tan absurdo como venenoso de la superioridad moral. Defendía García Lorca que la poesía no quiere adeptos, quiere amantes. Pues la política lo último que necesita son sectarios e inquisidores, lo que necesitamos son amantes de la tolerancia y el debate.

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