Acaba de cumplirse el vigésimo aniversario de los atentados del 11-M, la peor masacre terrorista perpetrada en suelo europeo, que dejó 193 muertos y más de 2.000 heridos sin que hasta la fecha se haya podido demostrar fehacientemente la autoría intelectual de estos ataques. Los atentados del 11 de marzo de 2004, cometidos a cuatro días de unas elecciones generales, permitieron la victoria electoral del PSOE encabezado por José Luis Rodríguez Zapatero y supusieron, además, un vuelco terrible en la Historia de España que nos ha llevado andando los años a la situación en que nos encontramos en la actualidad.
Es inaudito que una acción terrorista de esa magnitud se saldara con una instrucción tan chapucera como la que llevaron a cabo las autoridades del momento, llena de contradicciones, agujeros y decisiones asombrosas como la destrucción apresurada de todas las pruebas de las explosiones, lo que haría imposible un estudio detallado de las circunstancias del atentado y, en consecuencia, la identificación inapelable de sus autores. Una sentencia lamentable, llena de incongruencias, inexactitudes y falsedades, daría carpetazo final al caso judicial más importante de nuestra democracia, dejando abiertos los principales interrogantes sobre la manera en que se llevó a cabo la masacre y, sobre todo, quién dio la orden de ejecutarla.
Dos décadas después de la tragedia el PSOE sigue utilizando los atentados del 11-M para deslegitimar al PP, a pesar de ser el partido que salió del poder por culpa de la masacre, no sin antes sufrir un acoso auténticamente salvaje sobres sus sedes instigado, precisamente, por los socialistas y sus medios afines. Aquellas jornadas hasta las elecciones del 14 de marzo fueron, sin duda, las más negras de nuestra historia reciente pues pusieron de manifiesto la falta de escrúpulos de la izquierda para alcanzar el poder, al que llegó esparciendo mentiras, lanzando acusaciones falsas, criminalizando a sus adversarios y, en definitiva, chapoteando en la sangre de las víctimas de los atentados.
Pero la realidad es tozuda y los pocos medios que seguimos defendiendo la necesidad de saber qué ocurrió realmente aquellos días de marzo no vamos a dejar de cumplir con nuestro deber, por más insultos que nos dediquen los beneficiarios de los atentados. Los socialistas atacan con esa saña porque son conscientes de dos evidencias palmarias: sin el 11-M, Zapatero nunca hubiera llegado al poder y, sin Zapatero, Sánchez jamás habría sido presidente del Gobierno de España.

