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La buena vista

La obsesión de la vieja guardia pepera por volver a obtener una mayoría absoluta condena a la mitad de España a ser gobernados por un engendro monstruoso.

La obsesión de la vieja guardia pepera por volver a obtener una mayoría absoluta condena a la mitad de España a ser gobernados por un engendro monstruoso.
Alberto Núñez Feijóo. | EFE/Chema Moya

Tengo para mí que una de las mejores novelas del género criminal-policíaco es Quién mató a Palomino Molero, de Mario Vargas Llosa. No, desde luego, por el título. Hay otras obras, novelas o no, que se presentan de un modo semejante. Sólo pondrá dos ejemplos. Pero, ¿quién mató a Harry?, una comedia grisácea de Alfred Hitchcock que data de 1953 y cuyo título original en inglés era otro y ¿Quién mató a Zebedee" es un relato de Wilkie Collins. Hay más Néstor Luján, Emilio Campmany y otros han introducido la fórmula "quién mató a" en el nombre de sus libros.

Los creativos de la literatura definen que se necesita una pregunta básica para trenzar el equilibrio de una arquitectura de palabras que desemboque en una novela. La más socorrida ha sido siempre: "¿Qué pasaría sí...?". ¿Qué pasaría si los sevillanos se despertaran este Domingo de Ramos y se apercibieran de que el Guadalquivir había desaparecido? ¿O el Atlántico de las playas de Cádiz? ¿O los dos grandes mares del Estrecho de Gibraltar? ¿O la esposa de la casa común? ¿O las deudas del banco? Hay materia cuando uno se pone a tirar de los hilos de estas mantas?

Recuerdo que lo que me impresionó de la narración de Vargas Llosa no fue otra cosa que su sencillez deductiva. Habrá quien la considere una obra menor pero ninguna como ella se lee de cabo a rabo en un santiamén sin levantar la vista. Hay que ser un gran orfebre literario para ensartar con sencillez tanto vocabulario popular, tanto personaje y tanta aventura y seducir al lector sin miramiento hasta el final.

En un momento de este brillante relato, el Teniente le pasa los prismáticos al Sargento para que apreciara cómo es una mujer, la suya, que iba por la vida sin calzón con los pendejos al aire. Adriana , la gordita, se bañaba en la orilla, pero el sargento, entre la espuma, el juego el agua y el chapoteo no veía el tesoro a calzón quitado. Cuando se percató de su impericia, el Sargento, Lituma por cierto, dijo: "Yo no debo tener buena vista o, mejor dicho, una gran imaginación, mi Teniente…La verdad, no veo más que la espumita".

Yo, en mi escala menor, tampoco tengo buena vista, al menos por ahora. Recién operado del ojo derecho por unas cataratas turbulentas, he estado unos días alejado de los ídolos, sobre todo de los del foro. Podía haber escuchado, sí, pero he preferido el dulce fluir del silencio ya que estaba obligado a no tan dulce manar de lo borroso. Cuando, tras la maravillosa técnica oftalmológica, he vuelto a ver, sólo días después de la disolución forzosa del cristalino, he vuelto asimismo a escuchar. Lo que me he encontrado ha sido el horror, ese horror viscoso y general que hace que se revele el sinsentido de la vida y de las cosas.

A pocos días de la conmemoración de los 20 años de nuestro 11-M, en la Rusia del infame Putin una pandilla de asesinos acaba con la vida de 143 personas y deja centenares de heridos. El monstruo de Konrad, Kurtz, tiene admiradores, sobre todo en el Kremlin aunque también fuera. Haya sido quien haya sido el ordenante, es una salvajada, la barbarie, el salvajismo que mata sin ver ni distinguir, ¿para qué la buena vista? Ah, los beatos que diferencian entre militares o fuerzas del orden y población civil. Están en otro siglo. Este es el nuevo siglo de Sodoma y Gomorra. Aunque los haya, los buenos, los inocentes, no se ven. Por eso, el monstruo gira la vista a Ucrania. La guerra definitiva no se ve, pero suena a lo lejos.

En España seguimos sumidos en un espectáculo de escandalosos árboles que no dejan ver el bosque. Esto no es un partido, ni un gobierno, ni siquiera una oposición. Esto parece una pandilla de bandoleros a los que la gente decente que en España labora desde temprano hasta tarde para hacerse una vida y mejorar el destino propio y familiar le importan una higa. Y lo que es peor, esa gente buena no es capaz de entender cómo es posible que haya gente tan malvada. Por eso no reaccionan. No reaccionamos. España va hacia el abismo republicano y confederal (que permitirá a los separatistas seguir chupando de la teta de la gran vaca española) y no hay defensa, no hay ideas, no hay futuro. No hay buena vista de lo que se viene encima, y encima con los del Kremlin subidos a algunas chepas.

En la izquierda, por fin, una voz se ha alzado desde una reflexión socialdemócrata lejana a todo marxismo y que, por fin, habla de Estado liberal antes que Social, Ha sido Daniel Múgica. De casta le viene al galgo. Pero, como dice, queda mucho para alterar el ecosistema político de la izquierda española, sometida a una historia de culpas no revisadas y uncida a yugos estatalistas similares al comunismo. La vista ya se cansa de tanta caricatura repetida.

Pero, ¿y la derecha liberal conservadora o centrista o moderada o cómo se la quiera llamar? Ni siquiera es capaz de lograr un acuerdo PP-Ciudadanos y, claro, del acuerdo PP-Vox, ya ni hablamos. Qué horrible vista. La obsesión de la vieja guardia pepera por volver a obtener una mayoría absoluta condena a la mitad de España a ser gobernados por un engendro monstruoso. Espero con impaciencia la operación del ojo izquierdo para dejar de ver de nuevo, aunque sea unos días.

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