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Emilio Campmany

El caso Begoña Gómez

Todo lo ha hecho tan a las claras, sin disfraces ni rodeos, que su necedad inspira ternura a quién lee la crónica de sus andanzas.

Todo lo ha hecho tan a las claras, sin disfraces ni rodeos, que su necedad inspira ternura a quién lee la crónica de sus andanzas.
Pedro Sánchez y Begoña Gómez en la presentación del libro del presidente. | Europa Press

Hay en el caso de la esposa del presidente del Gobierno una mezcla de ingenuidad y niñería, de osadía e ignorancia, difícil de encontrar en otras personas. Todo lo ha hecho tan a las claras, sin disfraces ni rodeos, que su necedad inspira ternura a quién lee la crónica de sus andanzas. Que el Gobierno le hubiera dado una subvención a la empresa de quien contrató a la esposa de su presidente para que dirigiera sin estudios universitarios una cátedra en la Complutense ya sería un escándalo. Pero que la muy boba firme de su puño y letra una carta dirigida al Gobierno que preside su marido explicando por qué le parece que el ministerio de Economía debe agraciar con más de siete millones de euros al empresario que la contrató es de una inocencia que te desarma.

No es la única vez que Begoña Gómez da muestras de infantil simpleza. Cuando su marido se detuvo después de saludar al rey para que los invitados a la recepción en el Palacio Real saludaran también a la presidencial pareja, a la infeliz le pareció lo más natural del mundo que junto al rey y la reina estuviera ella, tendiendo su lánguida mano para que los asistentes la besaran con igual sumisión que a los reyes. Lo que en su marido es un caso obvio de narcisismo, en ella es llanamente de ingenuidad ignara y pueril. De hecho, obra sin deseo de hacer mal a nadie, de la misma forma que perora sin decir nada, es como esos fármacos falsos, que no curan, pero tampoco matan.

La prueba más estruendosa de su atolondramiento casi adolescente nos llegó cuando se supo que se reunió en la habitación de un hotel de San Petersburgo con Manuel Hidalgo y Víctor de Aldama. Evidentemente, la niña Begoña ignora a pesar de sus años que no está bien que una dama se reúna en la habitación de un hotel con dos caballeros. Pero quizá esas precauciones, más propias de mi generación que de la suya, ya no tengan sentido y estén pasadas de moda. Lo que no ha pasado de moda y está más vigente que nunca es que, como todo el mundo sabe, en los hoteles de Rusia nadie importante puede hacer en sus habitaciones nada que quiera que sea secreto porque el FSB las tendrá con toda seguridad infestadas de cámaras y micrófonos. Y Begoña Gómez, por mucho que pueda sorprenderle a quien la oiga disertar, es una persona muy importante. Quizá porque fuera advertida con buen criterio por sus escoltas de que probablemente sería espiada en su alojamiento, decidió hacer la reunión en el de Hidalgo como si sus acompañantes, por ser menos importantes que ella, estuvieran libres de ser espiados. Evidentemente lo más probable es que sus alcobas estuvieran tan vigiladas como la suya, pero ella razona de esta manera. En cualquier caso, fuera lo que fuera lo que allí se habló, la reunión estará hoy grabada y guardada en los archivos de la plaza Dzerzhinsky por ver si puede ser utilizada en algún momento para un chantaje. Si no lo ha sido ya.

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