Nadie lo sabe, pero el sindicato de trabajadores al que más temen los empresarios obligados a negociar con él no es el de los legendarios anarquistas de la CNT, ni ninguna otra plataforma radical dirigida por la extrema izquierda dinamitera y más iconoclasta. El sindicato que da miedo de verdad a la patronal es Solidaridad de Trabajadores Vascos, un montaje de aromas curiles y gremialistas, desde su fundación en la órbita del PNV, e inspirado por unos democristianos racistas de la cuerda de Sabino Arana. El más temido, sí.
Otra cosa que nadie sabe: en el País Vasco, un territorio minúsculo donde habita apenas el 5% de la población española, se realizan cada año la mitad de todas las huelgas convocadas dentro del territorio nacional (en 2023, el 53%). Y de esas huelgas, nada menos que el 80% resulta que son promovidas por esa cosa en apariencia tan inocua, lo de los democristianos racistas del Vaticano del Cantábrico. Un partido raro, el PNV. Y ahora que los otros han guardado el trabuco, se empieza a ver mejor que no eran tan distintos entre ellos. En una improvisación no demasiado brillante, el líder de la oposición acaba de exigir al presidente Sánchez que imite a Artur Mas cuando firmó ante notario que jamás pactaría con el PP, si bien él lo dice a propósito de Bildu.
Sin embargo, el peor escenario para Feijóo no sería ese pacto tan improbable, el del PSOE con Bildu, sino el del PNV con los de Otegui. Un acuerdo, el de derecha e izquierda abertzales, que dejaría al PP completamente fuera de juego, aunque no en Vitoria sino en Madrid. Porque si gana el PNV, Sánchez permitirá que gobierne el PNV. Pero si quien gana es Bildu, aunque apenas fuera por un escaño, ni al PSOE le convendría apoyarlos (le saldría demasiado caro fuera del País Vasco) ni la comunión etnicista y tribal del nacionalismo lo llegaría a digerir. Mucho mejor un apaño de familia entre Bildu y PNV. Y adiós para siempre a una moción de censura contra Sánchez.