Albert Rivera se cortó la coleta sin pensárselo dos veces tras recibir el primer cachete un poco serio en las urnas. Y el del bar de copas tampoco demostró tener muchos más riñones. De Casado, en fin, mejor ni hablar. Estos jóvenes de ahora, mucho inglés, mucha colonia, mucho furor por la informática y las redes sociales, mucho traje entallado con la pernera corta, pero nada; nada de nada. Qué lejos aquellos tiempos en que Felipe González aguantaba impertérrito en su despacho de la Moncloa con los esqueletos de Lasa y Zabala impregnados de cal viva y presidiendo la imagen de portada en el diario El Mundo. Otra generación, sin duda.
¿O alguien sería capaz de imaginar a Felipe González derrumbándose en la melancolía tras acusar recibo de que el señor que lleva el 41 en los juzgados de Plaza Castilla había abierto unas diligencias previas por unos recortes de prensa? Cuánto está degenerando la raza. En fin, lo bonito ahora va a ser que, a menos que Sánchez termine de rizar el rizo del estrambote rilándose en el último minuto, en el PSOE tendrán que hacer primarias. Y dos seguidas a falta de solo unas, además. Porque lo de nombrar a un tapado, o mejor a una tapada, se puede resolver con un simple Comité Federal que bendiga la última voluntad expresada en vida por el difunto.
Pero eso no valdría en caso de un adelanto electoral, escenario en el que volverían a salir a la superficie las navajas de Albacete que los compañeros y las compañeras guardan siempre junto a la funda del iPhone. Y ello únicamente para designar al candidato llamado a encabezar las listas. Porque después vendría el problema de elegir un nuevo secretario general del partido. Otra vez primarias. Y otra vez, claro, más navajas en los ligueros. La matanza de Texas podría recordar a una plácida reunión campestre de boy scouts cuando los supervivientes de todo el proceso firmasen el armisticio en medio de un campo de batalla sembrado de cadáveres. Qué gran país España: nunca nos aburrimos.