
Diga lo que diga y haga lo que haga Pedro Sánchez este lunes, tras sus cinco días de baja "amorosa", el daño a la nación, a toda España y también a la Unión Europea y a Occidente todo, ya está hecho. Por tanto, nos debe dar lo mismo que se empeñe en seguir o que se vaya. Es la consecuencia racional que hay que extraer de tanta dramaturgia y de tanto prestidigitación barata.
Se ha escrito tanto sobre esta escenificación, desde la complicidad o desde la oposición, que decir algo nuevo que tenga sentido y se ajuste a los hechos conocidos (que a los desconocidos no podemos atenernos), resulta bien difícil. Pero hay cosas que ya han echado raíces en la sociedad española actual y que no van a poder borrarse de un plumazo, con él o sin él en La Moncloa.
La primera de todas es la resurrección de las dos Españas que creíamos desaparecidas desde 1978. Creímos que el PCE primero y con traca, y después el PSOE más reticente pero llamado al orden por la superioridad alemana, habían aceptado el regalo que los "malvados" franquistas hicieron a España bajo la fórmula de paz, piedad y perdón.
Tras haber perdido la guerra civil que promovieron todos, incluidos los separatistas catalanes y vascos, –el que diga otra cosa miente—, el franquismo terminal y monárquico, pero de forma voluntaria, les propuso una salida democrática y pacífica inscrita por la Constitución de 1978. Esta Transición fue celebrada y admirada en el mundo pero desde sus cabos sueltos ha permitido que se traicione su intención fundacional.
Salvo ETA, todos parecieron aceptar el marco del nuevo Estado de Derecho y sus libertades, pero es evidente que ni al socialismo ni a los separatismos les han gustado nunca la "democracia formal" con separación de poderes y libertades públicas, económicas, sociales, civiles y culturales, y mucho menos una España unida y regida por la convivencia, el derecho y la reforma. Va en sus genes la confrontación de clases o de naciones o de lo que sea, sexos incluidos, y la aspiración a la dominación absoluta del Estado para excluir a la más de media España que no les gusta.
Tras el infame José Luis Rodríguez Zapatero, la tendencia de volver a las andanzas guerracivilistas, nunca cortadas de raíz por una conversión socialdemócrata inequívoca, se acentuó con desigualdad de los españoles, por sexo, por situación geográfica, por lengua materna, por la "memoria histórica", etc. Pedro Sánchez ha llevado todo ese programa al extremo, devorando las instituciones, vaciándolas de contenidos democráticos y aliándose con los enemigos de la nación por un puñado de votos. Entre ambos han resucitado algo parecido a lo que en su día fue el Frente Popular, la coalición de socialistas, comunistas y separatistas, incluso los golpistas y terroristas.
La segunda consecuencia es que todos los que están fuera de ese contubernio, desde socialdemócratas, liberales y conservadores, no tienen más remedio que aceptar que ya forman parte de un frente democrático y constitucional que tiene que reconocerse como tal y reaccionar en consecuencia.
Sí. Esto implica un enfrentamiento como nunca antes se había visto entre quienes desean que España siga el espíritu de la transición democrática y quienes quieren destruirlo, aniquilando la unidad de España y la solidaridad real entre los españoles, algo que nadie podía esperar fuera gestado desde el propio socialismo español. Pero así ha sido.
Como han dicho desde hace años, por activa y por pasiva, Jaime Mayor Oreja y María San Gil, la conformación de este Frente Popular exige una refundación moral, cultural y política de quienes, si no hacen nada, pueden, podemos, ser las víctimas de una nueva tiranía inmediata cuyo primer día será este lunes que viene. Nadie les ha hecho nunca ni puñetero caso. Pues ya ha llegado la hora de dar paso a un movimiento nacional que se oponga eficazmente al frentismo antidemocrático que ya dicta entre nosotros.
Da igual que Pedro Sánchez se vaya o se quede. Estamos sumidos, gracias a él y a sus aliados, en una guerra híbrida que, por ahora, no usa las armas convencionales pero que utiliza todas las demás, por ilegales, inmorales, anticonstitucionales y antinacionales que sean. Lean el estremecedor artículo de Jesús Cacho, el inquietante de Federico, el revelador de Javier Somalo o el insurrecto de Agapito Maestre.
También pueden leer a los peligrosos ultraderechistas Gregorio Morán, Antonio Elorza, Miquel Giménez, Juan Luis Cebrián o Andrés Trapiello, entre otros muchos. No hay duda. Ya hay dos frentes, una España dividida y una confrontación civil entre demócratas y totalitarios, con "puto amo" o sin él. Que haga lo que le salga de los cojones, que el daño ya lo ha hecho.
