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Pedro de Tena

Pedro Sánchez, cambalache

El 23J Feijóo sumó más pero nos restó España a todos. Y sigue en sus maricomplejines trece. A lo mejor tampoco sabe a dónde va. Nosotros sí: al cambalache dictatorial de Sánchez.

El 23J Feijóo sumó más pero nos restó España a todos. Y sigue en sus maricomplejines trece. A lo mejor tampoco sabe a dónde va. Nosotros sí: al cambalache dictatorial de Sánchez.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sale tras intervenir en el pleno del Congreso de los Diputados celebrado este miércoles. EFE/Kiko Huesca | EFE

Saber dónde se va, por qué se va y con quiénes, incluso contra quienes se va es lo esencial que puede exigirse a un ente consciente porque eso implica tener claro quién y qué se es y qué se quiere ser. Desde hace mucho se habla de civilizaciones como de entidades racionales que han sido capaces de dotarse de un camino cuya meta conocen. De ese modo parece que tales conglomerados culturales están en el origen de sí mismas, desde el principio, y su tarea vital es desarrollarse.

Insinué una vez que tal vez nuestra res hispánica, o si se quiere, la nuestra res hispanoamericana puede no haber estado comprehendida desde el origen y que su sentido completo se encuentra en el futuro, como la cosecha que se recoge de una fecunda siembra. Hasta en eso podríamos ser originales. Frente al afán de dominio y poder de otros coprotagonistas de nuestro tiempo histórico, claro y distinto desde su germen, nuestra voluntad de mestizaje e incorporación puede ser que florezca en un cercano porvenir.

En este momento en que vivimos, trenzado por alteraciones tecnológicas y culturales esenciales, que exigen derivas demográficas y políticas vitales y urgentes, un gobernante puede hacer muchas cosas menos una: no tener ni idea de adónde se va, ni con quienes por haber renunciado a saber quién se es y se quiere ser. Decía nuestro gran Ortega que una de las cosas imperdonables que perpetró Rousseau fue haber divinizado al ser salvaje frente al hombre civilizado.

Se tenga el concepto que se tenga de civilización parece evidente que nos referimos al carácter de grupos humanos evolucionados capaces de distinguir lo que les conviene para sobrevivir y que, por ello mismo, atesoran tradiciones sobre lo real, lo bueno y lo bello dotándose a la vez de mecanismos que permiten el florecimiento de las novedades técnicas, políticas y éticas que les garantizan la frescura y la continuidad, uno de los derechos, quizá el más importante, de toda agrupación humana.

El problema que Rousseau causa a la humanidad es equiparar lo salvaje con lo civilizado. De ese modo nada de lo producido por la experiencia de siglos tiene importancia bien porque tiene el mismo valor que lo que aporta el salvaje idealizado o bien porque precisamente es tal cúmulo de saberes y costumbres lo que lo conducen a la autodisolución por haber olvidado la bondad de lo primitivo que hubo en ellos. Algo nunca demostrado.

Entre nosotros, este accidente histórico, esperemos que pasajero y no mortal de necesidad, que se llama Pedro Sánchez, rodeado por gente de la que ya se sabía con precisión que no son fiables ni buenas compañías para nadie –su propio partido lo supo desde 1936 cuando menos—, ha combinado la sumisión a rutas impropias y ajenas con la traición directa a una de las culturas nacionales más importantes de la Europa moderna.

Como el salvaje de las utopías más peregrinas, se siente con el poder de dictar arbitrariamente en igualdad de condiciones con aquellos que han aprendido del hecho social de vivir juntos durante siglos los límites y reglas que sostienen una convivencia pacífica. Quien tuvo tanta impaciencia por mandar que ni siquiera fue capaz de elaborar una tesis propia sobre algo de interés, lleva años despeñando a este gran país que es España por un precipicio que hasta los suyos propios le han advertido del peligro.

Como decía el más que conocido viejo tango compuesto, precisamente en 1934, vaya año, por Enrique Santos Discépoloy popularizado por Gardel, Cambalache, Sánchez ha conseguido que hoy en España:

Resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor
ignorante, sabio, chorro,
generoso, estafador
todo es igual, nada es mejor
lo mismo un burro que un gran profesor…
qué falta de respeto
qué atropello a la razón
cualquiera es un señor
cualquiera es un ladrón…
Que es lo mismo el que labura
noche y día como un buey
que el que vive de los otros
que el que mata o el que cura
O está fuera de la ley.

Lo de su esposa, Koldo, Ábalos, las mascarillas, el fiscal general, la amnistía, lo de Marruecos, lo del aplauso de Hamás y los talibanes, lo de su antología asombrosa de mentiras, lo de Milei, los okupas, etcétera, no es otra cosa que el desnorte amoral de un individuo que nunca debió llegar a donde está. Espero que las elecciones europeas lo sepulten en el fango de la historia.

Lo desean, lo ansiamos muchos, no sólo el PP, que parece no haber aprendido nada de las pasadas elecciones del 23 de julio de 2023. Entonces Feijoo sumó más pero nos restó España a todos. Y sigue en sus maricomplejines trece. A lo mejor tampoco sabe a dónde va. Nosotros sí: al cambalache dictatorial de Sánchez.

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