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¡Fracaso colectivo!

Nadie debe olvidar que el sanchismo es el precipitado final de un partido político, de una forma de hacer política caracterizada por su autoritarismo.

Nadie debe olvidar que el sanchismo es el precipitado final de un partido político, de una forma de hacer política caracterizada por su autoritarismo.
Felipe González en un acto. | EFE

La noticia es mala pero real: el sanchismo resiste como en el pasado lo hizo el felipismo. Una sensación de fracaso colectivo recorre el espíritu público de los españoles. A la izquierda y a la derecha hay una sensación de bloqueo político e institucional. Unos no se van y otros son incapaces de llegar. Todo pendiente de las europeas y de la repetición de las catalanas. Es obvio que Sánchez mantiene su poder de convocatoria. Aguanta, según todas las encuestas, los embates de la Oposición. Los partidos a su izquierda, como Sumar, Podemos y ERC, bajarán y, seguramente, buena parte de esos votantes pasarán al PSOE. Todos los movimientos de Sánchez en política exterior tienden a ocultar sus infamias en interior, pero también a captar votos para mantenerse en el poder. Y, aunque cueste reconocerlo, lo está consiguiendo; eso hace crecer, se mire como se mire, una atmósfera de fracaso de nuestro sistema político; parece que hasta los bereberes son sanchistas y para qué citar a los palestinos…

No hay manera de sacudirnos esa triste sensación y, naturalmente, buscamos la causa de esta deriva colectiva en las atrocidades cometidas por el presidente del Gobierno. No sin razón casi todas las miradas críticas se ponen sobre su figura, incluso sus correligionarios políticos, algunos tan distinguidos como Felipe González, durante más de trece años en la presidencia del Gobierno, no dejan de criticarlo por carecer de un proyecto nacional. También periodistas del final del franquismo y luminarias del felipismo, como Juan Luis Cebrián, tratan de centrar todos los males de la patria en la figura de Sánchez. Este hombre se nos aparece como un ser singular y único, surgido de la noche a la mañana, sin relación alguna con el pasado, más o menos glorioso, del PSOE. Falso. El PSOE no es sólo un partido que dista ser modelo de nada, sino que el PSOE de González es la placenta nutricia de Sánchez. Nadie debe olvidar que el sanchismo no es otra cosa que el precipitado final de un partido político, en verdad, de una forma de hacer política caracterizada por su autoritarismo.

González, en efecto, es el principal precedente de Sánchez. Es el gran maestro del autoritarismo sanchista tanto en política exterior como interior. Es cierto que el estilo es diferente, pero el fondo es similar: la bodeguilla de la Moncloa, el sóviet particular de González, sigue siendo el eje de Sánchez. Éste no necesita salir del complejo de la Moncloa para domesticar al parlamento y a todos sus socios de gobierno. ¿Cómo no recordar que el ataque a la prensa y a los jueces que ahora está llevando a cabo Sánchez son parecidos a los de González? Baste recordar un ejemplo en la prensa. ¿Acaso no fue González el responsable último del cierre de Diario-16 por reavivar el caso de los GAL? Y si de presión y persecución a los jueces nos referimos, es decir, si Juan Carlos Peinado, magistrado titular del Juzgado de Instrucción Número 41 de Madrid, que instruye el caso de la esposa del presidente del Gobierno, está recibiendo todo tipo de presiones por parte de la Fiscalía, recuerden la persecución que sufrió el juez Marino Barbero en la época de González, que acabaron con su vida. Tampoco la juez Alaya, en la instrucción de los ERE de Andalucía, tuvo mucha colaboración de los socialistas. Agarrémonos, pues, a lo que queda de la justicia y a los medios de comunicación críticos contra el autoritarismo socialista

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