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Sánchez y los financistas

A Sánchez no le faltan financistas. Y no le faltan porque su precio no puede ser más bajo. Basta con mantenerlo en La Moncloa para sacarle lo que uno quiera.

A Sánchez no le faltan financistas. Y no le faltan porque su precio no puede ser más bajo. Basta con mantenerlo en La Moncloa para sacarle lo que uno quiera.
Pedro Sánchez. | EFE

Durante esta legislatura, por mor de la inclinación de Sánchez a agacharse ante quien sea que le ofrezca una prebenda política, se ha demostrado que está abierto a hacer lo que se le pida por muy poco. Si fuera el personaje de Gastón Pauls en Nueve Reinas, no habría dejado a Ricardo Darín llegar hasta los quinientos mil dólares por dejarse "coger" y no le habría dado ocasión de decirle eso de "te das cuenta: putos no faltan, lo que faltan son financistas". A Sánchez no le faltan financistas. Y no le faltan porque su precio no puede ser más bajo. Basta con mantenerlo en La Moncloa para sacarle lo que uno quiera. Vendiéndose por tan poco, el financista Puigdemont ha demostrado que, convenientemente exprimido, Sánchez está en realidad dispuesto a dar mucho más de lo que admite. Eso ha puesto en evidencia a la Esquerra de Oriol Junqueras, que no supo en la legislatura pasada estrujar como se debe al doncel. De ahí, sus malos resultados. Por eso, Marta Rovira y Pere Aragonès no quieren ni oír hablar de una alianza con el PSC y le plantean condiciones imposibles de cumplir antes del 25 de agosto, fecha a partir de la cual se convocarán nuevas elecciones autonómicas si no ha resultado investido ningún presidente. Es cierto que las encuestas auguran un mal resultado a los republicanos, pero peor sería dejarse abrazar por el PSC. Por otra parte, no está dicho que ERC tenga que concurrir sola a las nuevas elecciones. Podría repetir coalición con Puigdemont y ver si unidos son capaces de ganar. En ese caso, cualquier fracaso no sería achacable exclusivamente a la Esquerra y Junts tendría que compartir con ellos el triunfo, de producirse.

Por supuesto, la culpa es de Sánchez. Ofreciéndose a todos ya no es capaz de agradar casi a nadie. Aunque lograra investir a Illa, y vendiera tal cosa como un éxito personal, consecuencia de la reconciliación que su hábil política ha producido en Cataluña, perdería el apoyo de Puigdemont en las Cortes y no podría ganar una votación en ellas. Convocar elecciones para que coincidan con las catalanas tras fracasar el PSC, que es quien le salvó los muebles el 23 de julio, no resulta prudente. Seguir gobernando sin presupuestos y sin una mísera ley que aprobar tampoco parece alentador. Puede intentar venderle a Puigdemont el apoyo de la Fiscalía hasta que la ley de amnistía se le aplique, pero hasta Gonzalo Boye sabe que quienes deciden son los jueces, no los fiscales. El mago de la resiliencia está en un callejón sin salida y no hay financista que pueda sacarle del atolladero.

Es tan ruin, mezquino y detestable que no se da cuenta de que, a la larga, a nadie le gusta relacionarse con quien ofrece prestaciones inconfesables a bajo precio. Se compran los servicios, si se tiene la baja necesidad de adquirirlos, pero no se va uno a comer con el que los vende porque avergüenza ser visto en su compañía. Eso es lo que le pasa a la Esquerra. Que acepta los favores que recibe a cambio de sus votos, pero no quiere sentar a su mesa a quien los da. Como mucho acepta darle de comer en la cocina, con el resto de la servidumbre. Es el justo castigo al fantoche que nos gobierna. Y sería para celebrarlo si no fuera porque es quien por ahí nos representa.

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