
Las rencillas entre políticos y empresarios suelen saldarse con dinero. Si el poderoso enfrentado al dirigente no quiere más que eso, el gerifalte termina pagando por la vía que sea. Y eso es lo que parecía que sería el lío de Prisa. El armenio quiere trescientos millones y le aprieta las tuercas a Sánchez hasta que le convenza de lo mucho que le conviene desembuchar. Pero, a veces, el asunto se encona por lo que sea y entonces, quien suele pagar el pato es el empresario. A día de hoy, da la impresión de que la madeja de Prisa se ha enredado tanto que ya no bastan trescientos millones para desenmarañarla. Y es que una cosa es disolver las participaciones de los socios díscolos y expulsarlos del consejo de administración y otra muy diferente entrevistarse con Juan Luis Cebrián. Si además se añaden los encuentros con pesos pesados del estilo de Felipe González y Carlos Slim, ya puede uno barruntarse que quizá esto no sea sólo una cuestión de dinero.
Ya digo que, en tales casos, el que suele salir perdiendo es el empresario, hasta el punto de dar a veces con sus huesos en la cárcel, como le pasó a Mario Conde cuando no quiso conformarse con el parné y se empeñó en ser presidente del Gobierno. Pero no siempre es así. Alfonso Escámez evitó que le quitaran el Banco y se permitió el lujo de ultrajar a uno de los testaferros del Gobierno humillando en el papel cuché a su amante. Paesa se vengó de que Belloch no le pagara sus inestimables servicios en la lucha contra ETA poniendo en evidencia al Gobierno y quedándose con los ahorros de Roldán. Y no son los únicos. ¿Se habrán torcido tanto las cosas como para que el armenio quiera desquitarse de Sánchez y ya no le basten los millones? ¿O será la soberbia del presidente la que le impide abonar el dinero que se le pide, arriesgándose a tener que desembolsar más adelante un precio mucho más alto? Cualquiera de las dos cosas podría ser, pero el que Oughourlian esté conspirando con Cebrián, González y Slim es prueba de que ya ha levantado la tapa del botón rojo y tiene el índice sobre él. De momento, Pepa Bueno y Angels Barceló siguen dando jabón al presidente desde sus respectivos puestos de los medios de Prisa, lo que indica que el magnate todavía no ha quemado sus naves, pero tal vez esté a punto de hacerlo.
De todo el sainete, lo más divertido es imaginar la posibilidad, muy improbable, pero deliciosa, de que Cebrián volviera a dirigir de alguna manera El País para cargarse desde él a Sánchez a mayor gloria de la verdadera y genuina socialdemocracia de la que es ideólogo González y empresario financista Slim. Sería un placer inenarrable ver al PSOE tragando a cucharadas colmas la misma medicina que El País le recetó a la UCD de Adolfo Suárez y al PP de Aznar. Al toque de cuerna de Cebrián acudirían el rosario de defenestrados del periódico, ansiosos de venganza para gritar a los cuatro vientos, desde el único sitio que reverencian los socialistas, que el PSOE de hoy no es un partido, sino una banda y su jefe, un piernas, más comerciante de feria que dirigente político, llamado Pedro Sánchez. Soñar no cuesta dinero.