
La corte de enajenados que rodea a Puigdemont trata de arrastrarlo de vuelta a España para montar un "pollastre de collons". Puigdemont, del que decían en su partido que estaba zumbado y al que apodaban el "pastelero loco" (su familia tiene una pastelería en Amer, Gerona), resulta que ahora es el más cuerdo en el Palmar de Troya de Waterloo. En realidad, el único cuerdo. Los acólitos más delirantes del prófugo proponen arrastrarlo hasta el parlamento catalán rodeado de una masa humana que haga impracticable su detención. Pero el sector más bizarro del puigdemontismo prefiere que su líder sea detenido en directo y en el "time prime" de TV3 a poder ser.
Entre unos y otros están mareando al expresidente de la Generalidad, quien ahora sí que se plantea seriamente tirar la toalla y retirarse en Bélgica. No le convence ningún plan. Y el de entrar en helicóptero en el 'Parlament', menos. Él pretendía regresar en loor del multitud y con todas las garantías del mundo, pero esa chapuza de ley de amnistía que ha perpetrado su siniestro letrado va a conseguir que libre todo el mundo menos él. Marta Rovira, por ejemplo, ya tiene un pie y medio en España. En Vich concretamente, provincia de Barcelona. Pero lo de Puigdemont es mucho más complicado. Exonerado del cargo de terrorismo, aún está imputado por malversación y traición putineja por hacer caso a los iluminados que tiene por asesores. Hay una posibilidad de que libre, pero es una expectativa a largo plazo, dos, tres o cuatro años entre que resuelven el TS, el TC, el TJUE y el TIDH.
El drama de Puigdemont ha sido hacer caso a los consejos de personajes como Artur Mas (que le engañó para que aceptara ser un presidente títere sometido a un Estado Mayor de enterados como David Madí) o Gonzalo Boye, el abogado que le recomendó Toni Comín porque se lo recomendó Jaume Asens. El típico rollo "es un amigo de un amigo que dice que es la hostia". O Víctor Terradellas, el responsable de relaciones internacionales de Convergència, y Josep Lluís Alay, su jefe de gabinete, que le dijeron que tenían unos "amigos" rusos interesados en la independencia de Cataluña. Total, que siete años después del golpe de Estado y semanas después de la entrada en vigor de la amnistía, Puigdemont está colgado de la brocha mientras unos le susurran en la oreja que se haga detener porque sólo va a pasar un par de horas en el calabozo y otros le gritan al oído que se convierta en bandolero y recorra los montes de Cataluña protegido por el silencio cómplice del pueblo. Eso sí, todos le dicen que vuelva.
Nadie se quiere perder el espectáculo, sea el que sea. Por ejemplo, el más interesado en que regrese es Pedro Sánchez, que podría respirar tranquilo durante unas horas del culebrón de su hermano, su mujer y otras cosas del comer. Para el presidente del Gobierno, que vuelva Puigdemont es caballo ganador, todo ventajas.

