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¿Hace falta todavía feminismo?

Hay un islam feminista, pero con la condición de que se desarrolle en Europa o en Estados Unidos. Cuanto más lejos de la Meca, mejor para las mujeres.

Hay un islam feminista, pero con la condición de que se desarrolle en Europa o en Estados Unidos. Cuanto más lejos de la Meca, mejor para las mujeres.
Imagen de archivo de una manifestación 8M | Europa Press

Hace relativamente poco tiempo, Guardiola y Xavi defendieron la tiranía teocrática de Catar. Qué digo defendieron… ¡La elogiaron como país libre y democrático! Guardiola comparaba a España y Catar desde el punto de las libertades para defender que Catar "tiene todas las libertades del mundo", mientras que España sería en consideración del entrenador del Manchester City —asalariado actual de Mansour bin Zayed Al Nahyan, miembro de la familia real de los Emiratos Árabes Unidos, otro que tal— un "Estado autoritario".

Me he acordado de los dos ilustres intelectuales catalanes y catalanistas al ver publicado el Índice de derechos de las mujeres que considera factores como la igualdad de remuneración y los derechos legales. Una puntuación de 100 significa que las mujeres están en igualdad de condiciones jurídicas con los hombres en todos los ámbitos medidos… Mientras que en la inmensa mayoría de los países occidentales —de impronta griega, judeo-cristiana e ilustrada— han prácticamente equiparado los derechos políticos y económicos de las mujeres con los hombres, los países islámicos constituyen un apartado negro respecto a la consideración moral, política y económica de las mujeres. Por ejemplo, Catar puntúa con 29,4 mientras que España lo hace con 97,5. Quizás porque en Catar si violan a una mujer a la que condenan es a ella por adulterio o conducta indecorosa. Guardiola debía estar imitando el mono que se tapa las orejas, los ojos y la boca para no enterarse de lo que sucedía bajo el oropel de los petrodólares.

Hay un islam feminista, pero con la condición de que se desarrolle en Europa o en Estados Unidos. Cuanto más lejos de la Meca, mejor para las mujeres. Es lo que sostienen las imanes que lideran mezquitas en Berlín, París y Nueva York. Kahina Bahloul fue la primera mujer en Francia y ha escrito un libro titulado Mi islam, mi libertad. Lo que sostiene es que el islam todavía se encuentra en el siglo XII. Es optimista Bahloul porque en dicho siglo el islam se encontraba en el centro de su edad de oro, con Bagdad, El Cairo y Córdoba compitiendo por la supremacía cultural. Luego, llegaron los mongoles desde el exterior y los fanáticos desde el interior y fosilizaron el islam haciéndolo involucionar hasta ahora, véase Irán y Arabia Saudí. Dos versiones del islam, mismo fanatismo. Bahloul es la muestra más obvia de que hace falta un feminismo para derrotar a culturas intrínsecamente misóginas como el islam hegemónico, sobre todo para pararle los pies en la civilizada, pagana, feminista y liberal Europa.

Las mujeres en Occidente han alcanzado de facto la igualdad formal y de resultados con los hombres. Un triunfo del feminismo liberal, aliado de la democracia, la Ilustración y el capitalismo. Esto es una afrenta para los islamistas y sus aliados, pero también para el feminismo de izquierdas, victimista, resentido y parasitario. La peor para las que como Carmen Calvo e Irene Montero prosperan no por sus méritos personales sino porque se han envuelto en la bandera de que el heteropatriarcado las oprime de manera similar a cómo los privilegiados catalanistas afirman cínicamente que España les roba.

Hace falta el feminismo, claro, para acabar con los islamistas a los que aplauden Guardiola y Xavi y también para desenmascarar a las feministas al estilo de las que piden cuotas y discriminación positiva para conseguir de dicha manera espuria lo que jamás conseguirían por sus propios méritos. Necesitamos más y mejor feminismo para enterrar el feminismo tóxico que fomenta el enfrentamiento entre hombres y mujeres, pretenden alienar a las adolescentes en charlas condescendientes, doctrinarias y autoritarias para lavarles el cerebro, y oculta los datos que muestran cómo en la senda de los grandes feministas liberales, de John Stuart Mill a Camille Paglia pasando por Clara Campoamor, María Blanco, Teresa Giménez Barbat, Irune Ariño, Pablo de Lora y Manuel Arias Maldonado, han trabajado para que las miradas masculinas y femeninas no se dirigen odio, incomprensión y desconfianza sino reconocimiento, respeto y pasión.

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