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El Estado gansteril de Trump

Al observar la transición desde Obama hasta Donald Trump, pasando por el padre de Hunter Biden, surge un panorama más amplio y mucho más siniestro: una deriva gansteril que no termina con un presidente.

Al observar la transición desde Obama hasta Donald Trump, pasando por el padre de Hunter Biden, surge un panorama más amplio y mucho más siniestro: una deriva gansteril que no termina con un presidente.
Donald Trump durante el acto en el que ha anunciado sus nuevos aranceles. | EFE/EPA/KENT NISHIMURA / POOL

En su libro Gangster Government: Barack Obama and the New Washington Thugocracy, David Freddoso pinta un retrato del gobierno de Barack Obama durante sus primeros años en la Casa Blanca lejos del estereotipo de angelito progre que trazó la prensa del régimen, del New York Times a El País. Para Freddoso, Obama trajo consigo las tácticas maquiavélicas de la política de Chicago —clientelismo, favoritismo y un desprecio por las normas democráticas— transformando la presidencia en una "ganstercracia" moderna.

Sin embargo, al observar la transición desde Obama hasta Donald Trump, pasando por el padre de Hunter Biden (indultado por Joe Biden en su último acto mafioso), surge un panorama más amplio y mucho más siniestro: una deriva gansteril que no termina con un presidente, sino que evoluciona, pasando de un estilo sofisticado y burocrático a uno crudo y personalista. Si imaginamos a Trump gobernando con Vito Corleone, el icónico Don de El Padrino, como su consigliere, esta continuidad se vuelve aún más terrible, revelando un arco de decadencia institucional donde el poder se ejerce con la lógica de un sindicato del crimen.

Freddoso argumenta que Obama operó como un jefe de la Cosa Nostra disfrazado de reformador religioso iluminado ("woke"). En Gangster Government, Freddoso señala ejemplos concretos: el rescate de la industria automovilística, donde el sindicato recibió prioridad sobre los acreedores legales; el uso de "zares" para eludir la supervisión del Congreso; y el desvío de fondos del estímulo económico hacia aliados ideológicos configurados como grupos de interés. Para Freddoso, estas maniobras reflejan un gobierno que recompensa a sus amigos y castiga a sus enemigos con el espíritu de un clan mafioso.

Obama, por tanto, sería un gánster de guante blanco: carismático, elocuente y capaz de justificar sus excesos con retórica progresista. Su administración estiró los límites del poder ejecutivo —con órdenes ejecutivas sobre inmigración o el Obamacare— y priorizó agendas políticas sobre el proceso legislativo. Freddoso ve como una traición a la Constitución que un líder use las instituciones para consolidar su dominio mientras mantiene una fachada de legalidad. Este gansterismo sofisticado sentó las bases para lo que vendría después.

Si Obama fue el gánster sutil, Trump representa una escalada exponencial con esa mezcla de estupidez, arrogancia y vulgaridad que lo caracteriza: un presidente que abandona cualquier sutileza para exhibir sin careta la matonería como marca de la casa. Su presidencia, desde 2017 hasta 2021, llevó las acusaciones de Freddoso a un terreno más visceral. Pero imaginemos que Trump no actuó solo, sino con Vito Corleone como su consigliere, un estratega frío que transforma su caos en un sistema mafioso estructurado.

Vito Corleone vivía según un código: la familia y la lealtad están por encima de todo. Trump, con su tendencia a nombrar a familiares (Ivanka Trump, Jared Kushner…) y exigir obediencia absoluta, sigue su estela, aunque sin su elegancia y mano izquierda. "Mantén a la familia cerca, Donald", diría Vito, asegurándose de que cada aliado sea un deudor eterno. Por ejemplo, los indultos serían favores calculados, no gestos impulsivos, que tejen una red de lealtades al estilo Corleone.

En contraste con Obama, cuyo favoritismo beneficiaba a bloques ideológicos (sindicatos de profesores, donantes demócratas), el de Trump era más personal y tribal como lo haría Vito, aunque más refinado. Cada decisión, desde contratos federales hasta políticas comerciales, fortalece el "imperio familiar" de los Trump, usando el poder del Estado como una extensión de sus intereses privados.

En otro orden de cosas, Freddoso criticó a Obama por castigar al sector privado y a los contribuyentes que no se alineaban con su visión. En paralelo, Trump ha llevado la guerra contra sus enemigos a un nivel público y descarnado, atacando a la prensa como "enemiga del pueblo" o despidiendo a funcionarios por deslealtad. Vito haría igual solo que sus ataques serían menos ruidosos y más letales. "Nunca muestres tu mano hasta que hayas ganado" era uno de los lemas de Vito, orquestando campañas silenciosas para desacreditar o arruinar a adversarios —medios de comunicación, fiscales, políticos— sin caer como Trump en la ostentación y desorden de los tuits.

Las diferencias vienen dadas porque Trump se parece al impulsivo hijo de Vito, Sonny. La turba que asaltó el Capitolio tras la incitación de Trump sería un ejemplo de lo que Vito habría evitado, pero en lo que habría caído el colérico Sonny. En lugar de un espectáculo caótico, el Don original habría optado por una presión discreta: sobornos o amenazas a senadores clave para anular la certificación electoral. La meta sería la misma —mantener el poder—, pero el método reflejaría la paciencia mafiosa sobre la improvisación populista.

Obama, según Freddoso, manipuló la economía para beneficiar a sus aliados. Trump, autoproclamado maestro del "arte del trato", también usó la política económica con fines personales, como los recortes fiscales de 2017 que favorecieron a corporaciones y ricos. Por supuesto, no faltaron acusaciones de beneficiarse de sus negocios (hoteles, golf). Con Vito, esto se sistematizaría: cada arancel, cada incentivo fiscal, sería una "oferta que no puedes rechazar", diseñada para atar a las élites económicas a la Casa Blanca. "Dales lo suficiente para que sean tus amigos, pero no tanto como para que dejen de necesitarte", diría Vito, convirtiendo la presidencia en un club de ladrones disfrazado de gobierno.

La transición de Obama a Trump revelaría, siguiendo la lógica de Fredosso, una deriva gansteril que trasciende ideologías. Si Obama socavó las instituciones con un enfoque tecnocrático, estirando el poder ejecutivo y favoreciendo a sus aliados bajo una máscara de progreso. Trump, émulo de Sonny Corleone, rompe las normas abiertamente, priorizando su ego y su "familia" sobre el sistema democrático. Ambos, desde polos opuestos, contribuyen a una pérdida de fe en el sistema liberal de contrapesos del poder: Obama por manipularlas, Trump por anularlas.

El libro de Freddoso nos advierte sobre un gobierno que traiciona sus principios democráticos. La presidencia de Trump, vista como una evolución de esa crítica, sugiere que la "ganstercracia" no fue un accidente de Obama, sino una tendencia del "Estado profundo" que se está profundizando. Con Vito Corleone como referente, la política de Trump se revela como el clímax de esta deriva: un liderazgo que mezcla el espectáculo con la lógica mafiosa, donde el poder es un fin en sí mismo. Desde el Chicago de Obama hasta el Mar-a-Lago de Trump, Washington parece haberse convertido en un territorio disputado por gánsteres modernos, dejando a las instituciones como meros peones en su juego. Defendía Murray Rothbard que "El Estado es una banda de ladrones, compuesta por los individuos más inmorales, codiciosos y sin escrúpulos de cada sociedad". Con Putin y Maduro, con Sánchez y Trump, lo que pudo parecer una hipérbole libertaria se ha transformado en costumbrismo de andar por casa.

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