
La ruptura de Vox con los Gobiernos autonómicos del PP la semana pasada suscita una pregunta básica: ¿para qué sirve votar a Vox?
Es evidente que la respuesta a dicha pregunta ya nunca más será: "Para cambiar las cosas". Porque la decisión de Vox de renunciar a sus tareas de Gobierno implica que su prioridad para el futuro ya no será utilizar los poderes ejecutivos para aplicar políticas que mejoren el día a día de los ciudadanos. Vox ha elegido agitar por encima de gobernar.
Por utilizar un ejemplo concreto: no se bajan los impuestos agitando. Vox podrá quejarse (con razón) de la altísima presión fiscal impuesta por el Gobierno de Sánchez, pero, a raíz de los acontecimientos de la semana pasada, ya sabemos que nunca serán ellos quienes la bajen. Como mucho, exigirán que lo hagan otros.
O, por usar otro ejemplo: tampoco se reduce la inmigración irregular agitando. El control de fronteras, las políticas de repatriación de irregulares o los posibles cambios en la Ley de Extranjería se impulsan desde el Gobierno. Ese Gobierno del que Vox ha abdicado para siempre.
La razón dada por Vox para romper con el PP es inverosímil. Ayudar a una parte de España —Canarias— en un momento de crisis ha sido tomado por Vox como una declaración de guerra. Como si lo patriota fuese abandonar a Canarias a su suerte, condenada por su posición geográfica cercana al continente africano. No, lo patriota es asumir que los problemas de una parte de España son problemas de todos los españoles y actuar en consecuencia. Tienen razón los que dicen que se deben controlar mejor las fronteras marítimas entre Canarias y África. Pero esa razón no justifica desoír a Canarias cuando pide ayuda.
Más aún, la decisión de ruptura de Vox se ha fundado en la idea de que "los principios están por encima de los sillones". Este eslogan sería más convincente si quienes tomaron la decisión hubiesen sacrificado sus propios sillones en nombre de sus principios. El caso es que sacrificaron los sillones de otros. Prácticamente nadie del Comité Ejecutivo Nacional de Vox perdió su sillón a raíz de su decisión y, los pocos que sí lo hicieron —los vicepresidentes de Valencia y Murcia—, alargaron el debate varias horas más de lo previsto. Muchos sacrificados autonómicos ya han hecho sentir su malestar y todo apunta a que habrá numerosas fugas de las filas de Vox en próximas fechas.
En resumen, Vox ha decidido que, entre gobernar y agitar, prefiere agitar. Pero, claro está, no lo ha querido admitir. "Queremos que se nos juzgue por lo que decimos y no por lo hacemos" es un eslogan mucho menos atractivo que "antes los principios que los sillones".
Vox se ha pasado a la oposición perpetua. Una posición en la que sus acciones nunca contradirán a sus palabras por la simple razón de que nunca tendrá acciones (de Gobierno). Sin duda habrá gente para la que su voto a Vox seguirá siendo, ante todo, un voto de protesta antisistema. Y la reciente decisión de romper con el PP le reafirmará en su apoyo a Vox. Pero, para aquellas personas que voten para cambiar las cosas desde el Gobierno, se acaban de quedar sin respuesta a la pregunta básica de "¿Por qué votar a Vox?".
