Julio. Fin de mes. Todo en España está pendiente de un hilo. Se llama Sánchez y es el esposo de Begoña Gómez, imputada por presuntos delitos de tráfico de influencias, corrupción de negocios, apropiación indebida y quizá malversación de caudales públicos. También lo están, conviene recordarlo, otras personas muy representativas del mundo de los negocios, como es el señor Barrabés, que forma parte del Consejo de Administración del Banco de Santander, y del ámbito de la educación superior como es el rector de la Universidad Complutense de Madrid. Todo está pendiente, sí, de ese hilo. ¡O quizá no, como diría el actual comentarista deportivo de reconocido prestigio, entre los votantes del PP y sobre todo del PSOE! No podemos dejar de acordarnos, sobre todo en tiempo de reposo, de Rajoy. Tuvo opciones de detener a Sánchez, pero prefirió tumbarse a la bartola porque, como muchos otros de la cosa pepera, no le dan importancia a la política. Es un decir. Hoy no toca indignarse. Además, la indignación pueden rebajar el nivel de la sintaxis.
Escribo en domingo y estamos encantados con el juego del pasado sábado de Nadal y Alcaraz. Durará la alegría. Escucho la radio. Los comentaristas de noticias en la radio son tan fascinantes como rastreros. El comentario inteligente de imbecilidades debe valorarse más por el estilo que por el contenido. Simulan indignación sobre asuntos insignificantes, pasajeros y volátiles. Son grandes actores de nimiedades. No dejo de escucharlos cada día. Son los "grandes comunicadores" de España. Sin esos buenos muchachotes el sistema sería otra cosa. Quizá ni existiría el llamado régimen democrático. ¡Nadie en sus cabales prescindirá de la radio a la hora de afeitarse! Lo peor que llevo es su previsibilidad, aunque detesto más la ocultación de los grandes problemas que conocer sus juicios sobre cualquier faramalla. Hablan principalmente de las agendas de los partidos políticos. Eso no es bueno para nadie. Pero quizá el equivocado sea yo. Es tan difícil, a veces, decidir qué cosa es relevante y cuál otra pasajera.
Después de la radio paso, como todos los domingos, a la lectura de la prensa. Voy de un sitio a otro y, rara vez, me detengo en ciertos columnistas hasta no hacerme cargo de los principales titulares del día. Busco solo a los que creo que opinarán de modo diferente a este cronista. Trato de seguir el hilo de sus argumentaciones y disfruto, cuando existen auténticos razonamientos, tratando de desmontarlos. Discuto con ellos e intento integrar sus razones y hasta sus motivos en mi teoría, opinión o, sencillamente, en mi apasionado juicio. Procuro, en fin, no ser más listo que la persona a la que leo o escucho. En este ambiente tan veraniego como lleno de incertidumbres, simulando que somos felices y preocupados por el resultado de las elecciones en Venezuela y de las medallas en los Juegos Olímpicos, nadie en la prensa española deja de sentirse incómodo, intranquilo e inseguro por lo que pueda hacer Sánchez para detener a un sencillo funcionario de la Justicia que cree en su profesión. En este fin de mes julio, sí, hay una extraña coincidencia en la radio, la prensa y los mercados de abasto y de capitales. Se trata de una sencilla pregunta: ¿conseguirá Sánchez, aliado con las fuerzas del dinero, el señor del Banco de Santander, y de la educación superior, el señor de la Universidad Complutense, doblarle el brazo al señor juez de Instrucción del Juzgado Número 41 de Madrid? Quizá eluda el asunto convocando elecciones anticipadas, exactamente después de que se cumpla un año de haber sido elegido Presidente del Gobierno con los votos de partidos de delincuentes y prófugos de la justicia. Quizá este fin de mes coincida con el fin de la legislatura. Quizá.