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Santiago Navajas

Los que odian España, la Monarquía y el Estado: federalistas

Federalismo en España significa desguazamiento del Estado y eliminación de la Nación española como soberana.

Federalismo en España significa desguazamiento del Estado y eliminación de la Nación española como soberana.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se reúne con el presidente catalán en funciones, Pere Aragonès. | EFE

Un espectro recorre España con ese acento de los que tienen ocho apellidos catalanes, su nombre es "Federalismo". También pronunciado con el acento viperino de Sánchez, "hombre blanco que habla con lengua de serpiente", que diría Caballo Loco. Federalismo en España significa desguazamiento del Estado y eliminación de la Nación española como soberano. No es de extrañar que sea una alianza entre nacionalistas xenófobos, socialistas republicanos y liberales radicales los que se alineen para acabar con el Estado de derecho español.

Los que odian España, los que odian la Monarquía y los que odian el Estado, juntos y revueltos, se apuntan al mantra federalista con distintos objetivos pero una causa común: que a España no la reconozca ni la madre que la parió, es decir, Isabel la Católica. El objetivo de ERC con un concierto económico a la vasca es una vía indirecta para un golpe de Estado tan subversivo como sibilino. Ya saben, si no puedes con tu enemigo, únete a él y púdrelo desde dentro. En lugar de estar pensando en cómo acabar con los privilegios de los herederos del racista Arana y el terrorista Josu Ternera, todavía recogiendo las nueces del terrorismo poniendo caras de no haber roto un plato ni haber asesinado a nadie, Sánchez pone el Estado de las Autonomías y la Nación constitucional a los pies de los golpistas.

En el golpe de Estado de 2017, los catalanistas comprendieron que la Nación española no se deja eliminar fácilmente y el Estado de derecho tiene herramientas de sobra —véase Fuerzas del Orden, Judicatura y Casa Real— para reprimir cualquier intento de subversión anticonstitucional. Sobre todo, gracias al espíritu liberal encarnado en Felipe VI. Pero si no puede destruir ni la Nación, ni el Estado, ni la Constitución, ni la Monarquía, sí que pueden disolverlas. Y para ello se han encontrado con el regalo de Pedro Sánchez, que cada día cuando se ve reflejado en el espejo musita "Après moi le déluge".

Ningún cínico nihilista prosperaría si no tuviera una corte de aduladores parásitos, un consejo de tecnócratas mercenarios y, sobre todo, si no dispusiera de una quinta columna de idiotas útiles. El Estado de las Autonomías trataba de combinar lo mejor de un Estado centralista con el federal. Está evolucionando, gracias a socialistas y nacionalistas, a lo peor de los Estados centralistas y federales: desunión en lo esencial, ineficiencia en lo común.

En ese equilibrio entre federalismo y centralismo que es el Estado de las Autonomías deberíamos de estar volcándonos hacia el lado centralista. En Educación, por ejemplo, es imperativo un examen común a toda España para entrar en las Universidades. El debate real más allá de las etiquetas es el que defendía Jean Tirole:

La economía no está ni al servicio de la propiedad privada (…), ni al de los que querrían utilizar al Estado para imponer sus valores (…). La economía está al servicio del bien común; su objetivo es lograr un mundo mejor.

Vamos a vivir el enésimo intento de romper España, esta vez en nombre del federalismo, que para el caso de la pinza entre el PSC y ERC significa defender los privilegios de los más ricos en nombre la pluralidad y la insolidaridad en nombre del progresismo. En lugar del "café para todos" que defendieron los andaluces cuando les quisieron otorgar una autonomía de segunda, pretenden que unos tomen café y otros, achicoria. Encima, vendiendo que la achicoria es mejor porque es más saludable, ecológica y con perspectiva de género. El sanchismo consiste en que te apaleen y, encima, lo tengas que agradecer. Su objetivo, véase el affaire de su esposa y su hermano, es poner el bien común al servicio de su interés personal. Como derivada, una España enfrentada, polarizada, desunida, en suma, debilitada: una España peor.

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