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Agapito Maestre

¡País emasculado!

Quizá nuestra Guerra Civil nos dejó, y esta es una opinión muy extendida entre los más sabios historiadores de las costumbres de España, sin virilidad.

Quizá nuestra Guerra Civil nos dejó, y esta es una opinión muy extendida entre los más sabios historiadores de las costumbres de España, sin virilidad.
Salvador Illa. | Europa Press

Me escribe un amigo muy enfadado por la situación de España, o sea, por la movida conjunta de la banda socialista y separatista que no cesa de molestarnos también en verano. De la Oposición para qué hablar. Ellos siguen obsesionados con los ideales del siglo XIX: la urna electoral y el motor de explosión seguirán garantizando el entero bienestar de los españoles y, de paso, de todo el género humano. Transcribo aquí algunos de los desahogos de los que me hace participe en su carta. Aparte de llamarles cobardes, miserables y cómplices del delito a la policía política de Cataluña, o sea a los Mosos o cómo se llamen, considera que el doble del actor fugado ni siquiera tuvo que salir de najá; se quitó la careta y la peluca del Cocomocho y siguió por allí como si tal cosa. También se refiere en su misiva al nuevo calendario político impuesto por la gentuza de La Moncloa, mientras ellos se refrescan la barriga en las mejores playas de España, cuyo único objetivo es mantener alterada a la población como si de animales salvajes se tratara. No lo consiguen del todo, porque los españoles somos un pueblo muy pacífico, quizá tan pacífico como los pueblos, perdón por el palabro pero es el que utiliza mi educado amigo, emasculados de Europa. Asiento con inquietud a la percepción de mi amigo: quizá nuestra Guerra Civil nos dejó, y esta es una opinión muy extendida entre los más sabios historiadores de las costumbres de España, sin virilidad. Sin coraje para enfrentarnos a retos más allá de una corrida de toros (quizá sea el único sitio donde algunos españoles exhiben su valor). Acaso esa carencia fuera la principal baza de Franco para mantenernos tranquilitos y, según mi corresponsal, el mejor aliado del rollo que ahora tenemos. No le falta razón. Es cierto que los avances, en los últimos tiempos, en esta materia moral, o inmoral, según otros, han sido muy importantes. Creo que España ya es el campeón de Europa en niveles de abyección moral. Cualquier hora es buena para que los españoles acepten de buena gana ser objetos de burla y cachondeo. Son tratados como esclavos y ellos pasan con tal de saciarse la barriga y reírse con las imbecilidades que ven en sus móviles. El personal sigue tragando con todo. Es la tradicional cólera del español sentado. Nada. Respecto a la cosa de Cataluña, insiste mi amigo varias veces en su cartita, sólo dos cosas pueden hacerse: entregarse al salvaje separatismo, es decir, sumarse al robo y la creación de mentiras, o salir huyendo de allí. No hay nada sensato en su vida pública. Sus líderes políticos son de traca. Comparen los rostros de sus políticos con delincuentes comunes y sabrán lo que es Cataluña. Tampoco cree que haya mucho donde rascar en la privada, pues carecen de las cosas más importantes de las personas decentes: pasión por vivir sin molestar a nadie. Que se metan su región, como decía un charnego de origen gallego sobre España, por donde les quepa… Mi amigo está desatado con sus desahogos. Es comprensible. Transcribo, en fin, la reflexión final de su carta: los adornos y atributos de la sociedad catalana son mínimos. Ni siquiera el rollo del dinero saben disfrutarlo. Pocas cosas atractivas ofrece este personal para acercarse por allí. Por no tener ni siquiera tienen corridas de toros. Esa es una región en el abismo. Por eso, seguramente, el bandolero de la Moncloa se ha unido a ella. Mi amigo, además, está harto de oír el rollo de la Cataluña vanguardista del pasado y la tosca y pueblerina del presente. Todo eso es una gran trola. En esa zona de España siempre dominó el salvajismo. Y ahora más que nunca. Salvo la poesía en catalán de postguerra, la pintura de Dalí y la cabeza de Julia del escultor Plensa, hoy en la Plaza de Colón de Madrid, esa zona de España no ha dado nada más que ideología barata separatista y dolores de cabeza a la humanidad. La persecución de los derechos humanos más elementales, como es la utilización del español como lengua oficial, y el robo sistemático a los ciudadanos es la práctica común de sus autoridades locales, comarcales, autonómicas y nacionales. En esto tampoco son demasiado originales, excepto que se llevan la medalla de oro en la cantidades robadas, respecto a otras Comunidades Autónomas. Así las cosas, concluye mi amigo, la entente entre los bandoleros de la Moncloa y los mafiosos de Cataluña está asegurada por unos meses o quizá por unos años.

Pues sí, y siento reconocerlo, los desahogos de mi amigo me ratifican en una certidumbre casi eterna del tipo: el día viene después de la noche. Pasarán miles de años y seguiremos diciendo: Cataluña no es nada sin España.

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