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Pablo Planas

Mossos, Illa y la pérdida de Cataluña

La Generalidad consiente que funcionarios a sus órdenes trabajen para Puigdemont y todo el mundo actúa como si eso fuera lo más normal del mundo. Así es Cataluña.

La Generalidad consiente que funcionarios a sus órdenes trabajen para Puigdemont y todo el mundo actúa como si eso fuera lo más normal del mundo. Así es Cataluña.
El primer secretario del PSC, Salvador Illa en Parlament. | Europa Press

Creer que los Mossos d'Esquadra iban a cumplir la orden judicial de detener a Puigdemont es de una ingenuidad fuera de registro. Los mandos y muchos de los miembros de esa policía que según ellos es de las mejores del mundo no tenían la más mínima intención de arrestar al expresidente de la Generalidad por muchas y variadas razones. Entre ellas, que no sólo le respetan a pesar de su condición de delincuente prófugo, sino que le admiran. Decenas de agentes de los Mossos han acudido en peregrinación a Waterloo para prestar sus servicios a quien consideran el presidente "legítimo" que está en el "exilio". Es el héroe de la república que cuenta con la protección de unos mossos que tras esa especie de voluntariado "patriótico" vuelven a sus puestos de agentes de la Generalidad sin recibir tan siquiera una amonestación de sus jefes. Todo son facilidades en los cuadrantes para que Puigdemont disponga de un retén particular, su pequeña tropa de escoltas, agentes dispuestos a lo que sea menester, hombres de probadas convicciones independentistas, la crema policial catalana.

Puigdemont ya ha sido detenido por la Bundespolizei y por los Carabinieri. También ha prestado declaración en comisarías belgas y francesas. No es cierto, por tanto, que la última policía que detuvo a un presidente de la Generalidad, en concreto Lluís Companys, fuera la Gestapo. Pero los Mossos se niegan a proceder contra Puigdemont del mismo modo que se negaron a cerrar los colegios del 1-O e intervenir el material de aquel referéndum golpista. Lo que los Mossos sí hacen es poner excusas. Son unos fenómenos en el manejo de las excusas, unos acreditados caraduras del tipo de los que se creen que todo el mundo es gilipollas menos ellos, estilo Gonzalo Boye, el letrado de Puigdemont. De modo que han dicho que no pudieron detener a Puigdemont porque el "president" no se prestó a ello y se quedan tan panchos.

Todas esas contemplaciones con su ídolo son inversamente proporcionales al trato que dispensan al resto de los ciudadanos, sean denunciantes, denunciados, delincuentes habituales o probos ciudadanos. Poca broma con muchos de estos mocitos, sobre todo cuando no se es catalán o independentista. Pero no pasa nada. La Generalidad consiente que funcionarios a sus órdenes trabajen para Puigdemont y todo el mundo actúa como si eso fuera lo más normal del mundo. Así es Cataluña.

No debería extrañar por tanto que el nuevo presidente de la Generalidad, el socialista Salvador Illa, diga que quiere gobernar para todos los catalanes mientras evita hablar en español y sostiene que el idioma catalán "es la columna vertebral de la nación catalana". De modo que el hombre que ha venido a "unir y servir", el tipo que va a gobernar para todos lo hará con consejeros separatistas, un programa separatista y una hacienda catalana para que nada de lo que se recauda en Cataluña salga de Cataluña, viejo anhelo del catalanismo. Y "Els Segadors", ese himno de odio que debería ser cancelado por violento, a todo trapo a la más mínima ocasión. No hay nada que hacer. Ha ganado el independentismo, el federalismo asimétrico, las castas periféricas, los Mossos de Illa y Puigdemont. Y el caso es que hubo un tiempo en el que Illa parecía sincero cuando decía que no habría ni amnistía ni referéndum. Un día hasta dijo Lérida en vez de Lleida.

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