Los que no somos indepes asistimos muy entretenidos y divertidos estos días a un curioso pim-pam-pum entre ERC y Junts sobre la legitimidad de tener o no tener cargos de confianza (¿o de desconfianza?) en el nuevo y flamante gobierno presidido por Salvador Illa. Si no se me ha escapado nada en el momento de sentarme a escribir estas líneas, los de Carles Puigdemont consideran un traidor a cualquiera que, si Illa le llama y le ofrece un cargo, le diga que sí, como ha pasado por ejemplo con Miquel Sàmper. Sàmper fue en tiempos candidato de CiU a la alcaldía de Terrassa. Más tarde fue conseller de Interior (el que manda a los Mossos) bajo la presidencia de Quim Torra. Hace sólo unos meses se dio de baja de la versión Niña del Exorcista de su partido por votar en contra de la ley de Amnistía, de la que paradójicamente Puigdemont aspira a beneficiarse. Illa le llamó para ofrecerle la conselleria de Empresa y Sàmper dijo que sí. Él ha defendido su derecho a "rehacer" su vida con otro presidente como un marido divorciado la rehace con una mujer nueva que le gusta más.
Vodeviles personales y políticos aparte, de un nombramiento como el de Sàmper se pueden sacar varias conclusiones, todas interesantes. La primera, que aunque el gobierno Illa es oficialmente monocolor socialista, no renuncia a lanzar guiños a otros espacios, y que estos guiños están muy calculados. Poner a un neoconvergente harto de Puigdemont a llevar la cartera de Empresa debe haber gustado o por lo menos tranquilizado a la patronal catalana de Foment del Treball, Cercle d’Economia, etc. Matiza y contrapesa la amenaza de políticas perroflautísticas y de taparrabos ardientemente defendidas por los de Colau, que ahí siguen esperando a ver qué les cae. También puede entenderse como un gesto hacia las empresas que huyeron de Cataluña espantadas por el caos del procés. La cartera dura durísima de Economía sigue en manos de un peso pesado socialista de la plena confianza de Illa como es Alícia Romero. Pero Sàmper en Empresa le da un puntito transversal que multiplica posibilidades, también electorales. Si usted fuese un botiguer, ¿se sentiría más representado por un señor que era de CiU y que ahora es conseller de Empresa, o por un individuo que sólo sirve para jugar al escondite con sombrero de paja y el DNI caducado? ¿A quién votaría la próxima vez?
Quién os ha visto y quién os ve, hijos del rock’n’roll y del peix al cove. De la dictadura blanca que decía Tarradellas, espantado de la infinita legión de pujolistas colocados y enrocados para siempre en la Administración catalana (recientemente descubrimos que había incluso gente que no necesitaba ni ir a trabajar para cobrar), a perder en cascada Ayuntamientos y Diputaciones y a salir a tontas y a locas del gobierno de la Generalitat en 2022, quemando un montón de fuerza institucional y de influencia (los sueldos son lo más llamativo pero creánme, no lo más importante) que luego a ver quién es el guapo que recupera. El PSC ha tenido que esperar muchos años para ocupar la totalidad del espacio político en Cataluña. Algo que se le da de lujo. Mientras Puigdemont y sus extravagancias sigan al frente de Junts, este partido estará canino del poder que tan bien conocía y tanto le gustaba. Se quedan el ruido mientras otros cascan las nueces.
Se comprende entonces que, durante la larga travesía del desierto puigdemoníaco, intenten pinchar las cantimploras del enemigo. ERC ha hecho presidente a Illa pero se niega a tener consellers en su gobierno. Hasta cierto punto, se comprende. ¿Debe renunciar también a tener cargos intermedios, como dicen que pretende alguna eminencia gris de la dirección republicana, espantada por las acusaciones de "traición" de Junts? Ellos sabrán. Pero los espacios políticos que uno abandona, no se los suelen guardar como abrigo en guardarropía. Los ocupa rápidamente otra gente y otra realidad.
¿Habría sido posible la fuga de Puigdemont sin la tenaz persistencia dentro de los Mossos de algunos agentes más fieles al expresidente fugado que al gobierno, a las leyes y a la mismísima ciudadanía que les paga el sueldo con sus impuestos? ¿Han visto ustedes las cartas de Laura Borràsy de Quim Torra pidiendo no tocarles ni un pelo a estos Mossos "comprometidos"? Con ellos, se entiende. ¿Se puede decir con más descaro que eran y son topos de Waterloo infiltrados en la policía de todos los catalanes?
Es sólo un ejemplo de la diferencia entre predicar y dar trigo. Cuando Puigdemont grita "Visca Catalunya lliure", lo que de verdad quiere decir es: quítate tú, que me pongo yo. Aviso a navegantes y a toda la gente esperanzada en que los de Junts hagan caer un día de estos a Pedro Sánchez: más bien parecen querer asegurarse de que nadie les quita el sitio ni les impide volver por sus fueros a la primera oportunidad. ¿Les suena de algo la sociovergencia?