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El informe de los Mossos apunta al inspector Clouseau

Basta imaginar qué habría pasado si le detienen para entender que no le detuvieran. Será un payaso, pero es un payaso con siete votos determinantes.

Basta imaginar qué habría pasado si le detienen para entender que no le detuvieran. Será un payaso, pero es un payaso con siete votos determinantes.
El expresidente de la Generalidad fugado, Carles Puigdemont, y el presidente del Parlament, Josep Rull. | Europa Press

El informe de los Mossos al juez Llarena sobre cómo se escapó Puigdemont delante de sus narices es la confesión de ineptitud más descarnada que se ha hecho pública en España en muchos años. Quizá no haya habido nunca otra igual. Ni siquiera parecida. Nadie confesaría una cadena de fallos, pifias y descuidos tan monstruosa y ridícula como la que confiesan en ese cómico informe los jefes de la policía autonómica catalana. Nadie en sus cabales y en un puesto de responsabilidad quiere quedar como un asno, aunque lo haya sido. Pero a los jefes de los Mossos no les importa quedar como asnos, y esa falta de pudor al confesarse tiene obviamente su razón de ser. A un cuerpo policial al que se había encumbrado como el súmmum de la eficiencia - y al que han tenido entre algodones como embrión del futuro ejército del país de Nunca Jamás -, no se le hace pasar por la policía más lerda de Occidente sin que haya algún motivo. Ya desde el minuto siguiente a la desaparición de Puigdemont, quedó claro que les iba a tocar a los Mossos ponerse las orejas de burro para librar de sospecha a los auténticos cerebros de esta conjura de necios.

La jefatura de la policía catalana confiesa que creyó a Puigdemont a pies juntillas cuando dijo que iba a ir a la sesión de investidura y no contempló "como posibilidad" que después de hacer su aparición en el Arco del Triunfo pudiera darse a la fuga. De modo que montas una operación para detener a un prófugo, pero no se te pasa por la cabeza que el tipo quiera evitar la detención. Desplegaron seiscientos agentes, tres equipos de drones y un helicóptero, pero era sólo para detenerlo, si se dejaba, en el parlamento. Los jefes de los Mossos nos han descubierto el concepto de detención con "proporcionalidad", que viene a ser aquella en la que el detenido se entrega voluntariamente. Claro que en lugar de seguir el guión proporcional de los Mossos, Puigdemont los sorprendió con una astuta "maniobra de distracción". Fue realmente sofisticada: se camufló ¡bajo una gorra de béisbol oscura! Y como su colega Turull se puso una gorra idéntica, ya no hubo forma. A este camuflaje se sumaron los sombreros de paja. Decenas de separatistas con el mismo sombrero de paja despistaron sin remedio a los seiscientos agentes. ¡Cómo en la película El Caso Thomas Crown! Aunque ahí lo hacían con sombrero hongo a lo Magritte.

He dicho agentes, en plural, pero para entonces sólo quedaba uno. Sólo uno se percató de la distracción, porque en aquellos decisivos instantes, los demás - y los drones - estaban mirando para otro lado. Y, cosas que pasan, el pobre único agente la pifió. Equivocó un Honda con un Peugeot; no pudo avisar al resto porque falló el canal de comunicación; y después de correr detrás del coche, lo perdió cuando un semáforo se puso en verde. Nunca un semáforo ha resultado tan simbólico políticamente. Ni tan oportuno. Igual que ha sido fantásticamente oportuna la descacharrante cadena de errores que confiesa la jefatura de los Mossos. Gracias a la descomunal incompetencia, a la pasmosa impericia, a la increíble sucesión de fallos del operativo para detener a Puigdemont, el Gobierno de España ha podido librarse de la grave crisis, quizá terminal, que le hubiera supuesto tener al prófugo en un calabozo. Basta imaginar qué habría pasado si le detienen para entender que no le detuvieran. Puigdemont será un payaso, pero es un payaso con siete votos determinantes. Hacía falta una conjunción de ineptitud, torpeza e inutilidad y se consiguió que la hubiera. No la empeoraría ni el inspector Clouseau, el más obtuso de los detectives de ficción. La realidad siempre la supera.

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