Al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le da igual arre que so. Si hoy es miércoles anuncia la típica subida de impuestos a los ricos que en la España del PSOE supone con toda seguridad un nuevo leñazo contra lo poco que queda ya de la antigua clase media. Eso es así, información, hechos, nada de opinión. Igual que sucede con las leyes socialistas. La del sí es sí sobre delitos sexuales acaba beneficiando a los violadores lo mismo que la ley de paridad faculta el despido de los empleados acogidos a algún tipo de conciliación. Un desastre al que todavía no se ha puesto remedio.
"Vamos a proponer y poner en marcha nuevas acciones destinadas a acotar privilegios desproporcionados que tienen y de las que se benefician ciertas élites en nuestro país y vamos a gravar fiscalmente a quienes ya tienen en el banco suficiente dinero como para vivir cien vidas. Lo haremos, insisto, no para perjudicar a los millonarios sino para proteger a las clases medias y trabajadoras de un sistema que continúa siendo extraordinariamente injusto porque, independientemente de lo que piensen algunos y algunas, España será un país mejor si tiene más coches eléctricos, por cierto fabricados en España, más autobuses públicos y por tanto más transporte público y menos Lamborghinis", ha dicho exactamente nuestro presidente en una conferencia con la que ha abierto el curso político.
El párrafo es un ejemplo más de la infinita demagogia del líder socialista, una muestra de exacerbado populismo, el tipo de discurso que permite afirmar con toda rotundidad que España corre el riesgo de convertirse en la Venezuela de Maduro entre otras cosas porque su presidente habla ya como el sátrapa chavista. Dinero como para vivir cien vidas... O como para asar una vaca, que decía aquella de un hijo socialista que se había forrado con los ERE de Andalucía. Ah, los ERE. Qué bonito final. El Tribunal Constitucional ha librado de la trena a todos los condenados con la misma elegancia con la que el Tribunal Supremo de Venezuela dice que Maduro ha ganado los comicios. Lo próximo será adelantar la Navidad. O prohibirla.
Total, que se preparen las clases medias y trabajadoras porque Sánchez acude en su ayuda con más coches eléctricos y menos "lambos". De lo que no ha hablado nuestro amado líder es de su santa. Ni de su hermano. Tampoco de sus Falcon. Para eso ya está el ministro Carlos Cuerpo, el de Economía, que se quejaba amargamente el otro día de que los asientos del jet presidencial no son totalmente abatibles. Vaya, qué contrariedad. Que se han quedado obsoletos, dice el ministro de aviación, Cuerpo, el de la barba cerrada y la carita de cemento. Ahí se está preparando una operación recambio de manual y más cuando acaba de trascender que el jet del que no se apea Sánchez ni para ir a por tabaco podría ser embargado por el impago de las renovables.