Todos los resortes del poder están siendo utilizados por el Gobierno para dar un último zarpazo a la libertad. Ahora es una nueva ley para perseguir medios de comunicación, ayer fue la entrega del ente público RTVE a unos desalmados, y mañana habrá una nueva excusa para recortar libertades y potenciar medios al servicio de Sánchez. El derecho a expresarse libremente hace tiempo que no funciona en nuestro país. Tampoco decir la verdad está bien visto. Lo común ahora es mentir. Cuidado con decir "la verdad nos hará libres", porque lo convierte a usted en sospechoso. Quien hoy dice verdades de puño, se le considera al instante objeto de persecución moral y política.
Digan, por ejemplo, que El País fue siempre un periódico al servicio del PSOE, y enseguida te saldrán no sé cuántos afectados por sus últimas reestructuraciones, o sea expulsados por no seguir al pie de la letra los dictados del jefe, defendiendo la libertad de información y, sobre todo, la bondad moral, la verdad epistemológica y hasta la belleza artística del diario El País, cuando ellos trabajaban en esa casa. Terrible. Sí, cualquier cosa podemos oír sobre el pasado de El País, salvo que estuvo siempre al servicio del partido más poderoso de España.
Mientras que ese tipo de personas no reconozca lo obvio, esto no tiene visos de solución. El País fue y es la mayor máquina de fango contra la democracia que ha habido nunca en España. Esto que es casi el ABC de la crisis de la democracia informativa que vive España, casi una verdad de hecho para quien tenga sensibilidad histórica y un nivel mínimo de conciencia moral, es negado no sólo por profesionales del periodismo, sino también incluso por personas que han sido expulsadas de la casa de Yuste por no seguir de modo estricto los mandatos del poder. Y es que los tibios, todos aquellos que por un quítame estas pajas, son lo peor de un sistema político que carece de contextura moral. Esa gente que dice que la corrupción de El País empezó antes de ayer no tienen inteligencia ni razón. Son la escoria de lo poco que queda de democracia. Son los grandes cínicos de un régimen político sin credibilidad alguna en el mundo.
En efecto, si queremos entender cuál es el nuevo proyecto de Sánchez para perseguir a los medios de comunicación, tenemos que entender las causas que llevaron al presidente del Gobierno considerarse el dueño de El País. Me explico. Pedro de Tena, hace ya casi cuatro meses, escribió aquí, en Libertad digital, un extraordinario trabajo sobre el rol oscuro desempeñado por Sánchez en el asalto a El País y la trama rusa-separatista. Tomaba como pretexto de su trabajo el libro de Alandete, La alianza secreta entre el independentismo catalán y el Kremlin, donde queda perfectamente explicado que Sánchez es un autócrata de libro. Pero Pedro de Tena iba más allá. No se quedada en el brochazo gordo de confundir causas y efectos. Es obvio que Sánchez es un efecto, un gobernante autocrático que persigue a los medios de comunicación y a la justicia, pero Alandete no explica en su libro por qué el resistente de manual se sentía y se siente con derecho a hacer y deshacer a su antojo en El País. Y no lo explicaba, porque muchos no quieren reconocer lo evidente: la mayor fábrica de crear fango y destrozar la democracia ha sido en todas sus etapas el diario El País. Sánchez, sí, se consideraba con derecho a intervenir en El País, porque la alianza creada entre González y Cebrián, Moncloa-Prisa, entre El País y el PSOE, ha funcionado como un reloj suizo, hasta convertir todos los gobiernos socialistas el diario El País en su órgano fundamental de propaganda.
Y eso ha sido así siempre, a pesar de lo que digan ahora los periodistas que fueron expulsados de El País. Las fricciones entre Zapatero y todos los directores que vinieron después de Cebrián carecen de importancia en lo fundamental: El País ha sido la mayor maquinaría de crear fango contra la democracia hasta tal punto que la situación autoritaria que hoy vivimos se la debemos a este medio. Y a ello han contribuido, aunque les cueste reconocerlo, los Alandete, Ayuso, Calvo, Rico, Prados, Torreblanca y otros cuantos que ahora lloran por las esquinas la muerte de la democracia informativa…