Si creemos la información de su página web, la Federación de Asociaciones de Periodistas de España, conocida como la FAPE, representa a unos 17.000 profesionales del periodismo y la comunicación. Si por el contrario miramos los resultados de sus propios procesos electorales, esa cifra sería bastante más baja, lo que, teniendo en cuenta que estamos hablando de un sector que da empleo a más de 100.000 personas en nuestro país, nos ofrece una primera evidencia: este conjunto de asociaciones tiene una representación mínima sobre el total de la profesión.
Si además recordamos que, tradicionalmente, la gran mayoría de sus socios lo han sido por el ventajoso seguro médico que ofrecía, completamos un cuadro en el que queda en evidencia que la FAPE no representa a casi nadie y, desde luego, no es bajo ningún punto de vista un organismo que pueda arrogarse ser la voz de los periodistas españoles.
Afortunadamente, cabría decir, porque el servilismo gubernamental que esta organización demuestra cada vez que tiene la oportunidad es ciertamente lamentable. Siempre del lado del poder, especialmente si ese poder lo ejerce la izquierda, la FAPE es la caricatura de lo que podría ser una asociación que realmente defendiera los derechos de los profesionales de la comunicación y, no menos importante, el derecho de los ciudadanos a la información.
El último episodio de esta genuflexión permanente ante el poder ha sido un comunicado en el que saludan con alborozo el plan del Gobierno de Sánchez de aprobar una ley para censurar a los medios de comunicación.
Porque, lo llamen como lo llamen Sánchez, sus ministros o sus esbirros en la FAPE, ni al más inocente o ciego de los observadores se le puede escapar que cuando un Ejecutivo que lleva meses en una campaña brutal contra la prensa y la Justicia presenta una ley de medios, su intención no es favorecer la libertad de expresión sino, al contrario, cercenarla. Pero a los directivos de la FAPE eso les parece bien porque en su sectarismo no tienen problemas en que se persiga a sus colegas y en su mediocridad creen que con menos competencia ellos podrán destacar más.
No es de extrañar que con presuntos representantes del periodismo como la FAPE esta sea una de las actividades y uno de los gremios más desprestigiados de nuestro país. Lo cierto es que la honestidad, la independencia, la lucha por los valores de la democracia y enfrentarse al poder son las cosas que pueden hacer que la profesión periodística se prestigie, mientras que grupúsculos sectarios y serviles como la FAPE lo único para lo que sirven es para abochornarla.
Por desgracia para ellos y suerte para la sociedad, en el pecado de su servilismo llevan la condena de su irrelevancia.

