
Mucha ironía y escepticismo debemos desarrollar para enfrentarnos a la oleada de antisemitismo que invade Europa. Basta citar las marchas y manifestaciones que los enemigos de Israel han convocado por todo el mundo para justificar el salvaje acto terrorista cometido hace un año por Hamás, respaldado por Irán y el totalitarismo comunista, para hacerse cargo del peligro que corre el mundo libre. Mucho distanciamiento político y coraje intelectual hemos de ensayar cada vez que recordemos la masacre sufrida por Israel hace un año. No resulta fácil entender cómo una agresión de esa naturaleza, seguramente la más sangrienta después de la Segunda Guerra Mundial, ha sido convertida por el comunismo, el islamismo y, por supuesto, por el llamado "pensamiento políticamente correcto", en el inicio del fin del Estado de Israel, o sea, de las democracias occidentales. Mucho espíritu liberal tendremos que inventar para torear a quienes quieren acabar con nuestra civilización. No será fácil, pero es el único camino para no caer en la depresión, o peor, en el odio, la rabia y el resentimiento de quienes todos los días atacan el pluralismo, la ironía y el escepticismo liberal.
Ese espíritu liberal, hoy por hoy, sólo tiene una salida: o apoyamos a Israel o el antisemitismo mundial acaba con la civilización occidental. Puede no gustarnos la política del primer ministro de Israel, pero nadie puede cuestionar que, hoy, su ejército está defendiéndose en siete frentes: en primer lugar, contra Hamás, los salvajes que mataron, quemaron y violaron a ciudadanos israelíes el 7 de octubre de 2023; en segundo lugar, contra Hezbolá en Líbano, "la mayor milicia terrorista del mundo que planeaba una masacre aún mayor" y lleva un año aterrorizando con cohetes el norte de Israel; los hutíes en Yemen; las milicias chiíes en Irak y Siria que juntas han lanzado cientos de drones y misiles contra Israel, terroristas en Cisjordania "que intentan asesinar en el corazón de nuestras ciudades" y por último, Irán. Obvio es que para defenderse de tantos frentes Israel necesita armas. Y, sin embargo, esa evidencia ha sido cuestionada por Macron. ¿Qué tiene de liberal el presidente de Francia? Nada. Es un fiel heredero de quienes entregaron Francia a los nazis para la "solución final". Nadie vea dura mi acusación. Es la constatación de un hecho.
Los espíritus liberales, lejos de sobrevolar sobre situaciones delicadas, muestran lo real tan cual es, o sea, Macron produce vergüenza ajena al negarse a prestarle ayuda al pueblo de Israel. Tanto Macron como muchos otros dirigentes de la UE, que prefieren esconderse en el silencio cobarde, forman parte parte del antisemitismo latente en nuestras sociedades, que emerge y se desarrolla antes en instituciones pseudo ilustradas, como las pobretonas, intelectualmente hablando, universidades españolas que en la calle. El hombre antisemita, y lo repetiré todas las veces que haga falta, es una de las formas más degradadas del "hombre-masa", o sea, de alguien que es, según nos enseñara el judío Adorno, a la vez ilustrado" y supersticioso, "orgulloso de su individualismo y constantemente temeroso de ser diferente a los demás, celoso de su independencia y proclive a someterse ciegamente al poder y a la autoridad". He ahí las condiciones ideales para forjar una personalidad autoritaria: seres humanos que tratan de dominar o someterse frente a los otros como consecuencia de una básica inseguridad de su yo. Macron es, exactamente, eso: un inseguro, un cobarde, que junto a otros millones como él, intentan que una fecha trágica para la humanidad, como es la del del 7 de octubre de 2023, pasen desapercibida, o peor, como una medalla de los enemigos de la libertad.
En resolución, o se está con Israel, porque es una unidad de medida de la civilización liberal, o se está con sus enemigos. No hay espacio para los tibios.