Por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial los judíos vuelven a tener miedo por su propia existencia en el mundo entero. No solo como individuos, sino como pueblo. En Estados Unidos, Reino Unido y Francia vuelven a ser atacados aquellos que se atreven a vestir una kipá por la calle. La primera vez que pisé una sinagoga fue hace cuarenta años en Florencia y lo que más me impresionó fue la furgoneta de los carabinieri que la vigilaban por su seguridad. Hoy, no es que sigan con la vigilancia, sino que en Holanda incluso hay policías que se niegan a defender lugares judíos por lo que llaman "dilemas morales". Es tan paradójico como aterrador que un policía use la ética para excusar su miseria moral. En Holanda, por cierto, los incidentes antisemitas han aumentado más del 800% desde los atentados del año pasado de Hamás contra Israel. No me extraña que se tienda a decir hoy "Países Bajos", pero porque difícilmente se puede caer más bajo que el país del que un día fue de Spinoza y Jan De Witt.
Dos de los más grandes pensadores judíos del siglo XX, los alemanes Walter Benjamin y Gershom Scholem, trataron de avisar al resto de judíos europeos de lo que se les venía encima con los nazis. El propio Benjamin no podría huir de ellos y se suicidó en la frontera española. Scholem sí llegó a Israel, donde fundó una universidad durante los ataques de las naciones musulmanas de su alrededor. Los judíos son el único pueblo en la Tierra para los que vivir es sobrevivir.
Entonces, Israel fue el refugio de los judíos contra la persecución generalizada que se organizó contra ellos. Pero hoy en día, Israel ha sido transformado por el antisemitismo eterno en la perfecta coartada para perseguir, demonizar y acosar a los judíos de todo el mundo.
¿Cuál es la solución? Si de verdad los palestinos fuesen una preocupación, y no solo un motivo para el postureo, tanto Gaza como Cisjordania y el Líbano deberían ser puestos bajo control internacional, ONU mediante, para evitar que los terroristas siguiesen con su labor de destrucción física y alienación mental de sus respectivos pueblos. Claro que entonces los que tan cómodamente critican a Israel sentados en Madrid, Chicago o Buenos Aires deberían enfrentar con sus armas y sus muertos al salvajismo de la brutalidad fundamentalista.
Resaltaba George Steiner que el judaísmo es la única religión que tiene una oración especial para las familias cuyos hijos son eruditos. También recordaba el sabio judío, que siempre se negó a instalarse en Israel, que la verdadera patria del judaísmo es el Libro, los textos y sus comentarios, la Torá. Pero hasta el fin de sus días se preguntó si no había pecado de soberbia y estupidez en su rechazo a Israel porque, en el peor de los casos, y esto es algo que casi ni se atrevía a pensar, si de nuevo se decretase una Solución Final, al menos Israel garantiza que los judíos no irán como corderos sumisos, entre gentiles y heroicos, a las cámaras de gas.
Steiner se recordaba a sí mismo todos los días el siguiente chiste judío porque le daba fuerza en un mundo donde la izquierda era cada vez más antisemita y la derecha usaba a los judíos meramente como un dique contra los musulmanes:
Dios anuncia que está harto de los humanos. Exclama:
"¡Estoy hasta la Torre de Babel! En 10 días, la inundación. Esta vez, sin Noé. Eso fue un error." Católicos, protestantes y judíos se reúnen, cada cual con los suyos ante el fin del mundo. El Papa les dice a los católicos: "Es la voluntad de Dios. Orarán. Se perdonarán los unos a los otros. Reunirán a tus familias y esperarán al fin". Los protestantes dicen: "Resolverán sus asuntos financieros. Sus asuntos deben quedar listos. Reunirán a sus familias y orarán". El rabino dice: "¿Diez días? ¡Pero eso es más que suficiente tiempo para aprender a respirar bajo el agua!".
¡Fuerza, Israel!