
¿Por qué Albania es un lugar menos digno para acoger y alojar a inmigrantes africanos ilegales que el perdido descampado manchego que aloja al aeropuerto fantasma de Ciudad Real? ¿Algún alma noble, solidaria y progresista sería capaz de razonarlo? Y es que yo no acabo de ver la gran diferencia cualitativa. La hipocresía transversal con el problema de los ilegales —porque, sí, son ilegales— resulta obscena. He ahí, sin ir más lejos, el doble lenguaje de todos esos alcaldes y presidentes autonómicos que, tras difundir a los cuatro vientos su honda empatía, amén del profundo e inquebrantable compromiso humanitario con los recién llegados en pateras y cayucos, exigen que se los quiten de encima y que los envíen a otra parte, lo más lejos posible, con la mayor premura.
Y después están los curitas laicos que nos sermonean día y noche con la cantinela de los derechos humanos y los pretendidos refugiados. ¿Qué refugiados y qué derechos humanos? ¿Refugiados procedentes de las guerras que no hay en Marruecos, en Argelia, en Mauritania o en Senegal? ¿Qué broma pesada es esa de las guerras inventadas? Y en cuanto al derecho humano de asaltar por la fuerza las fronteras de un Estado soberano y exigir luego la residencia indefinida dentro de su territorio, ¿dónde figura formulada por escrito semejante prerrogativa jurídica inalienable?
Macron, extraño caso de un gobernante occidental que todavía habla en público como un adulto que se dirige a adultos, sentenció hace bien poco que Francia (léase Europa por extensión) no puede acoger a toda la miseria del planeta (si lo hubiesen dicho Meloni u Orbán, les habrían llamado fascistas). Pero aquí tenemos unas élites que, por pura cobardía moral sazonada con toneladas de empalagoso oportunismo buenista, simulan estar convencidas de lo contrario, de que claro que podemos alojar a toda la miseria del planeta. Aunque tal vez no se equivoquen demasiado. De hecho, ciudades como Barcelona, a fuerza de llevar años queriendo parecerse a Calcuta o Bombay, ya han recorrido buena parte del camino para lograrlo. ¿Para cuándo un verdadero adulto en la Moncloa?
