
Los encuentros de los presidentes autonómicos con Sánchez, el presidente del Gobierno con menos legitimidad democrática de la historia reciente de España, sólo han servido para intentar deslegitimar el discurso y la acción política de Isabel Díaz Ayuso. Intento ridículo, sin duda, no tanto porque ha fracasado por completo su pobretona y resentida causa, sino porque los ha dejado retratados para el resto de sus días. Son políticos sin más futuro que ser esclavos del sanchismo o, en el mejor de los casos, de alguien que pretende heredar el sanchismo: una nación destruida por un dictadorzuelo, un golpista en el sentido kelseniano de la palabra, que está cambiando por la puerta de atrás el entero orden constitucional.
Sí, sí, la transformación del sentido jurídico de la Constitución por procedimientos que no están recogidos en la Constitución se llama golpismo. ¡Golpe de Estado! Así nos lo enseñó Kelsen, el gran jurista austriaco, aunque nacido en Praga, a quienes estudiamos filosofía del Derecho a comienzo de los setenta, y así seguimos utilizando esa fórmula para analizar qué cosa exactamente está pasando en España. Y es, precisamente, esa idea de golpismo, esa genial concepción jurídica de Kelsen, la que tanto le cuesta entender a esa casta de políticos que han ido a entrevistarse con el golpista. ¿Lo entenderá eso Feijóo? Vaya usted a saber. ¡Quizá sí o quizá no, como diría el otro gallego que le precedió en el destrozo del PP!
Lo cierto es que los presidentes de las comunidades autónomas gobernadas por el PP han ido a la Moncloa a entrevistarse con Sánchez. O sea, queriéndolo o sin querer, han legitimado un poco más al dictador en su poder, porque el objetivo fundamental de las reuniones no era otro que hacer pasar por normal, por algo corriente y común, lo que era extraordinario, una aberración constitucional y política como es la soberanía fiscal de Cataluña. Brutal forma de enmascarar una parte importante del golpe de Estado, es decir, de romper la soberanía fiscal de España. Esta burda estratagema fue denunciada por Díaz Ayuso con claridad y distinción. El resultado nulo de las visitas de sus compañeros han demostrado que Díaz Ayuso tenía razón.
Y, sin embargo, estos políticos del PP seguidistas de Sánchez siguen diciendo que fueron para defender las instituciones o, mejor dicho, la institución de la Presidencia del Gobierno. ¡La letra con sangre no entra en la mollera de este personal! ¡Es menester ser muy idiota para seguir diciendo que volverían a ir! Los invita un golpista, que ya ha degradado al máximo la institución que preside, y ellos acceden a legitimarlo, pero salen con el rabo entre piernas, o sea, "ninguneados" y persisten en mantener que irían por "razones institucionales". Por favor, hagan algo los que puedan, para defendernos de estos fulanos. Esta gente son pasto de psiquiátrico.
En verdad, a estos políticos del PP, que más parecen provincianos del XIX que hombres de gobierno del XXI, les faltan las tres aptitudes que adornan al gran político: autolimitación o responsabilidad, mesura y pasión por su trabajo. Parece que la fuerza de esos atributos weberianos, sí, los que le asigna Weber al gran político se los ha llevado, al menos en el PP, la presidenta de la comunidad de Madrid. Por el contrario, sus compañeros se han adornado con el mayor de los vicios de la casta política: la vanidad y la altanería.
