La España política huele a fiambre. Sus efectos han llegado a la vida privada. La vida política está muerta y la privada seriamente amenazada. El miedo está por todas partes. En España todo sucede al revés que en otros países. Alguien acorralado por la corrupción, en vez de estar muerto de miedo, preocupación y canguelo, generapermanentemente miedo y pánico en la sociedad civil. He ahí la gran novedad del totalitarismo sanchista de los últimos meses. No es temor sino algo mucho más grave, pánico lo que está entrando en los individuos más preparados de la sociedad española. La sociedad civil sale a la calle y protesta, pero, cuando regresa a su casa, sabe que el Estado, a través del gobierno de Pedro Sánchez, ya ha entrado en su casa de múltiples maneras para controlarlo y dirigirlo. El ataque y persecución a la vida privada de la presidenta de la Comunidad de Madrid no es sólo un ejemplo de la autocracia sanchista, sino un modelo totalitario para hacer desparecer la libertad. La ciudadanía española más desarrollada moral y políticamente intuye que la maquinaria infernal creada por el sanchismo y el separatismo tampoco nos dejará vivir con tranquilidad en los espacios privados. Nos mantiene en tensión, alterados permanentemente, esperando un nuevo escándalo dentro de un día o en las próximas horas.
Vivimos, en efecto, como animales amenazados por el sanchismo, el comunismo y el separatismo. Vivimos perseguidos por una prensa al servicio de Sánchez. Es imposible escuchar y ver las cadenas de radio y televisión del gobierno de España y no sentir asco. Vivimos esperando que el último imbécil de la clase, por ejemplo, el cineasta del pueblo del Pegamento y Medio, o un ministro que odia la cultura española, suelte algún insulto o provocación contra la ciudadanía más responsable de España. Reconozcamos que una vez destrozado casi por entero el tejido político institucional, por ejemplo, el Senado apenas vale para nada, y el Congreso de los Diputados ha quedado reducido a una asamblea menor para legalizar los desmanes producidos por las medidas tomadas en el Consejo de Gobierno, el objetivo prioritario de Sánchez es eliminar la libertad, las libertades, que ejercemos en el ámbito privado. La libertad "negativa", esos espacios de vida íntima, que el Estado debería proteger a capa y espada están desapareciendo a un ritmo vertiginoso, entre otras razones, porque toda la "legislación" sanchista ha estado dirigida a eliminar todas las barrera protectoras de la privacidad de los españoles.
Es, precisamente, en ese ámbito privado donde está haciendo estragos el temor, el miedo, en verdad, el pánico a este sujeto. Este hombre provoca terror por que puede hacer cualquier cosa antes que abandonar el poder por vías pacíficas. Sí, Sánchez, el presidente más deslegitimado de la UE, no sólo no se da por enterado de que la corrupción y las sospechas de delito de todo su entorno le alcanza directamente a él, sino que nos ataca con las más terrible técnicas nazis de amedrentamiento y persecución del adversario político. Aparte de centrar, en efecto, sus ataques políticos en un sólo enemigo, a saber, Isabel Díaz Ayuso, máxima de Göebels y sus sosias estalinistas, trata por todos los medios de expandir el temor, el miedo y el pánico entre la población de que pueden hacer lo que le da la gana. Genera pánico sobre su persona. Y, por desgracia, esta atmósfera de terror ante lo que se nos viene encima, ante lo que puedan hacer quienes detentan el poder sin dar explicación alguna de sus desmanes, ya está en la vida cotidiana. De momento, a los ciudadanos nos mantiene en vilo la corrupción, las mentiras y una gente tan inmoral como cutre a la hora de asaltar los bienes públicos. Sánchez no está relajado, pero está menos en vilo que nosotros, porque tiene todos los ases en su mano y los utilizará en tiempo y forma. Y el primero que está utilizando con maestría, propia de quien pertenece a un partido con amplia experiencia en el campo del golpismo, es no dejar de expandir que no abandonará el poder sin montar un tinglado gordo. Trata de asustarnos y lo está consiguiendo.
El miedo empieza a cundir entre los ciudadanos y nadie deja de repetir: este Sánchez puede hacer cualquier barbaridad antes que permitir un cambio político sin violencia. Sí, sí, esta atmósfera domina la la vida pública y privada de los españoles. La cosa empieza a ser alarmante, pero él sigue atrincherado en el poder amenazándonos por tierra, mar y aire. Se ha llegado a decir que incluso él podría ser incluso imputado, pero ni aún así abandonaría La Moncloa sin montar algún lío grave. Yo no creo que llegara a tanto, pero la historia de este sujeto, sí, avala la sospecha de quienes piensan que jamás se irá por vías pacíficas. Él, ciertamente, no ha tomado esta sospecha ciudadana como crítica sino como bandera de su futuro político. Su eslogan es sencillo: "No me iré sin montar una barbaridad". La expansión de esa consigna por todas partes es el fundamento de una sociedad instalada en el miedo. He ahí diseñada la perfecta ciudad sanchista.