No me alegro de la victoria de Trump, pero me alegro por la derrota de la izquierda más reaccionaria, supersticiosa, censora, ignorante y totalitaria desde que Sartre apoyaba a Stalin y Cortázar a Castro, la que domina el mundillo académico y la casi totalidad de los medios.
No me alegro de la victoria de Trump, pero me felicito por la derrota de la Ivy League, la NBA, los premios Nobel de Economía, Hollywood, el New York Times, Taylor Swift, tres intentos de asesinato, la UE, Pedro Almodóvar, Hamás, The New Yorker, la Asociación de Jubiladas de Ohio, Jennifer López, el edadismo y la Sexta.
No me alegro de la victoria de Trump, pero es una buena noticia para la democracia que los que quisieron meterlo en la cárcel para que no se pudiese presentar a las elecciones no se hayan salido con la suya. Fiscales, fiscalas, jueces y juezas "progresistas" lo sometieron a un juicio político enfrentado más 116 acusaciones, siendo finalmente condenado por 34 por un tribunal de Nueva York. Lo que no consiguieron en las urnas trataron de ganarlo en los tribunales.
No me alegro de la victoria de Trump, pero sí que me congratulo de que una casta que se autodenomina élite se crea que pueda imponer su visión del mundo al conjunto de la población mediante mentiras, bulos y manipulación, inventándose para ello todo un ecosistema goebbelsiano, de profesores pedantes a periodistas marisabidillos, a mayor gloria de la "posverdad".
No me alegro de la victoria de Trump, pero es una oportunidad para acabar con los mitos y dogmas de la izquierda referidos a la ideología de género, el negacionismo de la biología y la propaganda alarmista sobre el cambio climático. Es una oportunidad para acabar con los ecologistas criminales vinculados a organizaciones anticientíficas como Greenpeace, de manera que se apueste decididamente por la energía nuclear y el fracking junto a energías renovables como la solar y la eólica. Aunque todavía más criminales son los irresponsables médicos que han llevado a mutilar a adolescentes convenciéndoles de que el sexo se puede autodeterminar mediante una elección personal, así como los que han robado a las mujeres sus competiciones y sus vestuarios.
No me alegro de la victoria de Trump, pero es un toque de atención, seguramente el último, para que la UE abandone la destrucción de su sistema industrial, como el de las fábricas de coches de motores de combustión, a la que nos arrastran los tecnoburócratas de la UE. Europa es una sociedad cansada, mortecina, decadente, encantada de olfatear su propia putrefacción a la que llama "cultura". Estamos agotados de ser libres y nos vamos a entregar atados de pies y manos a los que con patética superioridad moral llaman "bárbaros". Quizás Trump nos sirva de electroshock y despertemos a una realidad alejada de los efluvios narcotizantes de la posmodernidad filosófica y las sectas del decrecimiento.
No me alegro de la victoria de Trump porque su visión de los Estados Unidos y del mundo es conservadora, proteccionista y aislacionista. Pero la opción de izquierdas que encarnaban Biden y Harris, unas marionetas de la mafia Obama (¿ha devuelto ya el Premio Nobel de la Paz el denominado "deportador en jefe" y asesino supremo de drones?), es un insulto a la razón, un peligro para la civilización y una certeza de debacle económica.
En suma, no me alegro de la victoria de Trump, pero es una buena noticia para la democracia que los asesinos que han tratado de matarlo hayan fracasado, a pesar de la incompetencia, siendo benévolos, del FBI y el atronador silencio babeante de los columnistas de izquierda que se relamieron con el frustrado magnicidio.