
El bulo es el siguiente: "Grupos organizados de extrema derecha han agredido al presidente del Gobierno en Paiporta". Ninguna parte de esa oración es correcta. No había grupos organizados, ni mucho menos de extrema derecha, ni por supuesto el presidente del gobierno recibió agresión alguna. ¿Por qué entonces el PSOE y los medios a su servicio, que son casi todos, insisten en ello?
Los primeros titulares de los medios oficialistas sobre el altercado evitan a toda costa mencionar a Sánchez. "Voluntarios increpan y abuchean al Rey en su visita a Paiporta", era el titular de la Cadena SER a la una de la tarde del pasado domingo. Ninguna mención a Sánchez. Sólo al Rey, el malo de la película por ahora. Hay un problema con ese mensaje y es que se da de patadas con los vídeos que inmediatamente empiezan a circular en los que se ve que la muchedumbre ataca a todo lo que se mueve y que Sánchez huye despavorido mientras que el presidente de la Generalidad Valenciana y el Rey se quedan y aguantan el chaparrón de barro e insultos. Así que a media tarde de repente la información cambia. Ya no eran voluntarios abucheando al rey sino elementos de la extrema derecha atentando contra Sánchez. Todo se produce en cuestión de minutos, todos los medios de comunicación del oficialismo y todos los que son incapaces de dejar de hacer seguidismo de los embustes gubernamentales viran instantáneamente como un banco de atunes y empiezan a difundir el nuevo relato.
En la 1 de Televisión Española Silvia Intxaurrondo intenta por todos los medios sonsacarle a la alcaldesa socialista de Paiporta una declaración afirmando que los indignados no eran vecinos de Paiporta y que estaban organizados. La alcaldesa dice que no sabe, que es "el grito de un pueblo desesperado" y que seguro que había vecinos. En directo, delante de toda España, vemos como la niña bonita del periodismo gubernamental le dice a la alcaldesa del pueblo más destruido por la tragedia que lo que está diciendo está mal, que no puede ser así. "Usted identifica a los vecinos de Paiporta", le espeta con evidente molestia. Paiporta tiene veintisiete mil habitantes, y se supone que la alcaldesa puede reconocerlos a todos.
A las siete de la tarde otro de los más conspicuos difusores de bulos oficialistas, Ignacio Escolar, suelta la bomba. La pistola humeante. La prueba definitiva: "La extrema derecha reivindica el ataque contra Pedro Sánchez". Apenas han pasado seis horas y Mazón y el Rey desaparecen de los titulares de los medios socialistas, sólo queda Sánchez, enfrentado valientemente a la extrema derecha, al fascismo, al nazismo, al mal. Inmediatamente Televisión Española, la SER y el resto de medios dedicados en exclusiva a ensalzar las virtudes de Pedro Sánchez y de su gobierno se hacen eco del titular. El relato está servido. Sólo hay un problema: es un embuste, una patraña descarada del hijo de Arsenio Escolar, aquel chaval que hace treinta años empezó su carrera periodística en el diario del que su padre era subdirector. Una más en su larguísima lista de mentiras al servicio del poder.
"El entorno de la asociación ultraderechista Revuelta ha reivindicado el ataque al presidente del gobierno", así empieza la crónica del diario gubernamental. Para cualquier persona con conexión a internet en esta última semana y media, Revuelta son unas cuantas docenas de chavales que sin más medios que entusiasmo y contactos han transportado cientos de toneladas de ayuda a Valencia desde literalmente el día siguiente de la tragedia. Algunos son de Vox. Muchos otros no. Con Valencia bajo un metro de lodo a quién le importa. Le importa a los voceros del régimen, claro, que no toleran la menor crítica. "El entorno de la asociación ultraderechista" resulta ser el WhatsApp de un chico anónimo que reconoce que ni siquiera estaba en Paiporta al que alguien le dice que "los de la asociación" estaban allí. Ya está. Eso es todo. Una única fuente de segunda mano que habla de oídas. Ese es el periodismo de Ignacio Escolar, de su periódico y de la prensa de izquierdas española en general, con excepciones tan dignas como escasas.
El bulo ya está lanzado y todos los medios lo ponen a rodar. Los voluntarios hasta el culo de barro trabajando como mulas de sol a sol para limpiar su ciudad, dejan de ser el pueblo valiente y solidario y pasan a ser fascistas peligrosísimos. La alcaldesa de Paiporta, convenientemente aleccionada, corrige sus declaraciones de esa misma mañana en una entrevista con la oficialista Ana Pastor. "La mayoría era gente venida de fuera", ahora ya lo tiene claro, en cinco horas ha cotejado las caras de los 27.000 vecinos de su pueblo y sabe que cualquier persona que lanzara barro no es de allí. La izquierda identifica a uno de los chavales que habla con el Rey como líder del grupo que ya no es ultra, es directamente "neonazi". El chico, que tiene cuenta en Twitter, se explica: no lo es, ni lo ha sido, y estaba por allí de casualidad haciendo lo que ninguno de los que le insultan ha hecho mínimamente: embarrarse. Da igual. Un diputado del PSOE, desde la comodidad de su despacho enmoquetado y con la secretaria a mano para traerle cafés calientes, le exige explicaciones. "Si no eres un fascista, ¿por qué la persona a tu lado lleva una sudadera con símbolos que yo creo que sí lo son?".
El bulo dura dos días y ni uno más. El gobierno destina recursos ingentes a capturar a los osados que han intentado manchar la camisa de Su Pedridad. Las primeras detenciones llegan a los dos días. Son cuatro días menos que lo que tardó el gobierno en enviar al ejército a Valencia. Los detenidos quedan inmediatamente en libertad sin fianza. Son vecinos bien de Paiporta o bien de pueblos cercanos. Ninguno tiene ninguna conexión conocida con ningún grupo ultra o de cualquier otro tipo. Son vecinos y voluntarios que se sintieron abandonados y que expresaron su ira de esa manera. Pero para el Narciso monclovita, y para los mamporreros mediáticos a su servicio, todo gira en torno a Su Persona. Todo orbita en torno a su descomunal ego.
A veces leo a periodistas de los que de verdad lo son, que se limitan a contar la verdad desde su punto de vista, lamentarse de la desafección del público hacia la prensa de toda la vida. Sería mucho más fácil confiar en la prensa tradicional si no fueran los primeros que difunden embustes, patrañas y bulos al por mayor con pleno conocimiento, únicamente para agradar al poder.