
La tarde del día de San Valentín la cuenta de Twitter del Getafe (me niego a llamarlo Equis) publicó un tuit acerca de su partido de este fin de semana contra el Girona F.C. con el lacónico texto "Rumbo a Gerona". En los comentarios se arremolinó la previsible marea de ofendiditos catalanes apretando bien fuerte los puños, como sucede cada vez que alguien utiliza la toponimia en español para referirse a cualquier lugar en Cataluña. Es como si existiera una alarma que avisa a todos los tontos de Cataluña de que en algún lugar del planeta Tierra alguien está ultrajando la patria catalana, rasgando la cuatribarrada y apagando con un chorro de orines la llama eterna del Fosal de las Moreras porque ha escrito Lérida o Tarrasa.
Que la gente diga tonterías en Twitter entra dentro de lo normal, y después de quince años en la pajarería puedo decir que he contribuido con fruición y deleite a ello. Pero el problema de la toponimia regional en España va bastante más allá. La negación permanente por parte de todos los poderes públicos de la existencia de nombres tradicionales en castellano de localidades en las regiones con lengua propia es una muestra, una más, de hasta qué punto se ha falsificado la historia para adaptarla a los delirios del nacionalismo.
La ley vigente afirma que los nombres oficiales de las provincias de Lérida y Gerona son Lleida y Girona, y acto seguido, o sea, una línea después, indica que en cualquier otro uso que no sea el oficial, incluyendo los libros de texto, se puede usar la toponimia en castellano. Por lo que sea los salvapatrias regionales nunca llegan a esa parte, ni tampoco lo hacen los acomplejaditos que se niegan a usar cualquier forma en castellano para mencionar a ciudades catalanas o vascas, no vaya a ser que les confundan con fascistas que dicen Orense o La Coruña. En la Wikipedia en castellano las discusiones sobre la toponimia son increíblemente acaloradas, pese a que la norma que sigue la enciclopedia es exactamente la misma que siguen todas las demás versiones en otros idiomas: usar el topónimo tradicional en la lengua de la enciclopedia, no el endónimo en la lengua local. Por eso se escribe Vinaroz y Fuenterrabía, porque en castellano esos son sus nombres, igual que Londres no es London ni Copenhague se escribe København. Es increíblemente fácil de entender, pero no hay manera. Y son sus nombres en castellano desde mucho antes de que los padres de Franco se conocieran. Nueva Gerona, en Cuba, fue fundada en 1830. La Lérida de Colombia data de 1777.
De alguna manera los nacionalistas se creen que pueden cambiar la forma de hablar de gente que no comparte su lengua. Y se lo creen porque durante tres décadas se les ha hecho creer que es así, tanto desde la derecha como desde la izquierda. Cada vez que el Rey Emérito pisa Sangenjo se desata una oleada de furia galleguista chillando atropelladamente cosas con un montón de equis que, oigan, uno de Valladolid con el aparato fonador perfectamente formado no tiene por qué pronunciar. Lo simpático es que, por supuesto, los gallegos hablan de Xaén, Xetafe, A Rioxa y As Palmas sin el menor problema, exactamente igual que los catalanes viajan a Saragossa y Terol y aspiran a poner a su pareja mirant cap a Conca.
La tontería nacionalista es aún más divertida cuando se comprueba que entre ellos no se molestan jamás. La tele gallega habla regularmente del Xirona sin que un solo gerundense se sienta particularmente ofendido. La calle La Corunya de Barcelona no genera ningún tipo de protesta en la ciudad gallega. La Wikipedia francesa habla de Fontarrabie en Guipuscoa y pasa sin pena ni gloria. Porque lo que les molesta a los nacionalistas no es que se usen exónimos para sus pueblos y ciudades: les molesta el español.