![Socialistas españoles en Europa - Emilio Campmany Hoy, ya no es tan necesario contar con el apoyo de los socialistas para gobernar Europa.](https://s.libertaddigital.com/images/trans.png)
Feijóo ha conseguido aplazar la votación que hará a Ribera comisaria europea de competencia hasta después de haber comparecido en el Congreso español para dar cuenta de su inexistente gestión de la riada del pasado 29 de octubre. El gallego lo ha logrado con la ayuda del Partido Popular Europeo de Manfred Weber. Los socialistas han respondido posponiendo también la votación de los demás vicepresidentes de la Comisión para poder condicionar su apoyo a los otros, incluido el candidato italiano de Giorgia Meloni, a que los democristianos respalden a su compañera de filas.
Ribera, a pesar de su militancia, va a la Comisión a revertir las reglas antitrust de la Unión Europea con el pretexto de permitir que, a través de ruidosas fusiones, puedan crearse grandes compañías europeas capaces de competir con las norteamericanas. Desde el punto de vista del Gobierno de España, la idea es que Ribera, gracias a esos cambios, permita a Telefónica crecer hasta ser una de las pocas telecom que quedarán en Europa. Se trata, como siempre, de atender las exigencias de Francia y Alemania, pero también las de Sánchez, recién desembarcado en Telefónica, donde aspira a tener tres consejeros amigos. La reputación de esta empresa ha quedado recientemente expuesta por haber aceptado hace unos días ser multada en Washington con 85 millones de dólares por corromper a altos cargos del Gobierno de Maduro. Es una práctica con la que nuestro PSOE siempre se ha mostrado comprensivo, cuando no cómplice.
Los populares europeos aceptaron pasar por las ambiciones de Sánchez debido a la sempiterna necesidad de contar con los socialdemócratas europeos. De esta forma, el Gobierno de la Unión Europea seguiría como siempre sosteniéndose en los dos tradicionales puntales de democristianos y socialistas. Pero, sobre todo, porque a cambio, éstos aceptaron dar un giro de ciento ochenta grados a la política europea en materia de competencia. Y es que las exigentes normas fiscales y antitrust de la UE han terminado por hacer a las grandes empresas del continente poco competitivas. También va Ribera a Europa a aliviar de paso la presión sobre las grandes tecnológicas estadounidenses para poder congraciarse con Estados Unidos y evitar una guerra comercial transatlántica. Y Sánchez había aceptado este programa tan poco socialista con tal de colocar a su peón y poder de paso favorecer a "su" Telefónica.
Sin embargo, el acuerdo se alcanzó antes de la victoria de Donald Trump y sobre todo antes de que el Gobierno alemán, encabezado por un socialdemócrata, cayera. Hoy, ya no es tan necesario contar con el apoyo de los socialistas para gobernar Europa. Al contrario. Hasta cierto punto, tener el respaldo del único gobierno de izquierdas que queda al frente de uno de los países importantes de la Unión se ha convertido en elemento tóxico. Mucho más después de haberse desvelado el escaso respeto que Sánchez le tiene al Estado de derecho, como demuestra su descarado asalto a la televisión pública en contra de todos los principios europeos.
Naturalmente, lo más probable es que la sangre no llegue al río, entre otras cosas porque vedar el paso a Ribera compromete la posición de Úrsula von der Leyen. Y además porque no es posible sustituir el respaldo de los 136 socialistas con los 164 conservadores a la derecha del PPE ya que, de ellos, los 86 de Orbán están teledirigidos desde Moscú y los 78 de Meloni no bastan. No obstante, la peripecia sirve al menos para poner en evidencia al Gobierno de Sánchez y a su hipócrita manera de ser socialista.