Hay una creencia muy extendida, sobre todo en deporte, sobre la famosa exigencia. Esa famosa palabra con la que muchos se llenan la boca única y exclusivamente para apoyar el hecho de golpear, pisotear y olvidar lo que ha hecho un jugador o entrenador durante su carrera si eso les da la razón como analistas. Para muchos exigir es tan importante en el ADN de un club que si por el camino a dicha petición te llevas por delante al que sea o a lo que sea, les da igual.
Pues bien, yo no entiendo así la exigencia. Principalmente porque muchas veces el hecho de ser una "persona exigente" solo esconde un terrible miedo patológico a no tener razón o a sufrir una crisis deportiva donde te es más difícil pregonar a los cuatro vientos que eres de ese equipo. El famoso subir y bajarse del barco, por ser más claro. Y eso algo que pasa en todos los equipos en mayor o menor medida y nadie está a salvo de esto.
No me gustaría ver ese hecho de nuevo en el Atlético de Madrid. Lo estoy viendo con Simeone y espero no tener que verlo con Griezmann. Temiéndome por el camino que una cosa también esté ligada a la otra por la gran relación dentro y fuera del campo entre ambos. Antoine es el enésimo ejemplo entre exigir y faltar el respeto a una leyenda porque, ojo, lo primero no debe estar unido a lo segundo. Todo el mundo, incluido él y sobre todo él, sabe que ahora mismo no se está viendo al mejor Griezmann sobre el terreno de juego. No hace falta que nadie le diga que puede y debe dar más. Pero sí creo que hay dos maneras de hacer las cosas en este tipo de situaciones. Puedes exigir a tu leyenda sin faltarle el respeto o puedes, en aras del veletismo más extremo, llevártelo por delante porque no está dando lo que tú estimas que debe dar.
Con Griezmann, en mi caso, prefiero optar por exigirle con el respeto ganado de una leyenda. Creo que se lo merece. Y creo además que ni está tan mal ni lleva un tiempo exagerado fuera de su mejor nivel. Simplemente estamos viendo un pequeño bache en su trayectoria. Un bache, por cierto, que genera hasta hoy cuatro goles y seis asistencias. O lo que es lo mismo, Antoine Griezmann, sin estar en su mejor momento, ha generado 10 goles para el Atlético de Madrid.
A Griezmann hay que exigirle, por supuesto, pero siempre con memoria. Sin condescendencia, pero con memoria. Porque Griezmann está fallando en detalles que, a mi parecer, poco o nada tienen que ver con esa famosa manía de jubilar o mandar a la MLS a ciertos jugadores. Yo no veo a Antoine mal físicamente. Le estoy viendo mal en los pases al primer toque o en algunas decisiones dentro del terreno de juego a nivel de precisión, pero no creo que eso sea algo relacionado con su edad o con un presunto declive. Simplemente no está atravesando su momento más preciso y en ocasiones, sabedor de lo que le pasa, entra en la precipitación de querer hacer algunas cosas más rápidas o forzadas de las que debería. Nada más. No veo algo más allá de eso. Si esto le pasase con 26 años, nadie diría nada de declive, por ejemplo. Lo que pasa es que le ocurre con 33 y es ahí cuando aparece el oportunismo en la crítica. En mi caso, si me lo permiten, no voy a caer en esa trampa tan fácil.
Por supuesto, el tiempo marcará la verdad con Griezmann. Su adiós a Francia para centrarse en el Atlético me parece otro movimiento más para creer y confiar en el máximo goleador de la historia colchonera. Si preguntas dentro del club nadie tiene dudas de que Griezmann no está pensando en sus últimos días como rojiblanco. Sigue queriendo morder títulos, marcar goles y dar asistencias. Ni mucho menos tiene ya sellado, como dicen muchos, su pasaporte para irse a Estados Unidos. De nuevo, el oportunismo de los agentes de viaje. Griezmann está en el Atlético y como pasa con Simeone, que ha dado tanto al club, hay mucha gente que quiere verlos fuera cuanto antes. Y ojo, si tus enemigos quieren que eso pase, piensa. Piensa bien. Analiza todo y reflexiona. Jamás se ha visto a un enemigo querer el bien de su rival. Y si ellos quieren a ambos fuera... será por algo.