Sánchez anuncia para 2025 cien eventos para celebrar la muerte de Franco. Todos sabemos que eso es propaganda para mantenerse en el poder. Y, sin embargo, nos molesta, nos incómoda y nos cabrea. Ha logrado su objetivo: producir violencia y agresividad. Buscamos la respuesta de los partidos de la Oposición y solo hallamos actitudes despectivas, o peor, tibias y sin contenido argumentativo. Entre la propaganda sanchista y el nihilismo del PP y VOX, alzamos los hombros. Paciencia y barajar. Quizá alcancemos a construir una frase de corte moral. Sí, nos susurramos a nosotros mismos lo obvio: cualquier ciudadano decente sabe que la celebración de la muerte de un ser humano, se llame Franco o cómo quiera que sea, resta dignidad, si es que no se la quita por completo, al celebrante. Sánchez está al borde de la indignidad. Y los otros, los de la Oposición, qué hacen para combatir la indignidad. Poco o nada. Entiendo que es una difícil tarea para unos políticos que nadie sabe bien qué piensa sobre nada, ni siquiera sabemos qué piensan cómo combatir una propaganda que socava el régimen que ellos defienden. A mí se me ocurren mil ideas para que la Oposición le respondiese a este sujeto, pero sería meterme en su trabajo. Esfuércense, señores de la Oposición, y trabajen por los menos para no pelearse entre ustedes. ¡Qué espectáculo el de dos senadores del PP discutiendo entre ellos en una Comisión contra la corrupción!
Mil maneras hay de estudiar la historia reciente de España, pero hay una perspectiva imprescindible para comprender, jamás aceptar, por qué hemos llegado hasta aquí. Es necesario pasar por ella para salvar lo poco que queda de democracia. ¿Por qué alguien sin legitimidad moral y política puede dictar que 2025 será el año para celebrar 50 años de la muerte de Franco? Es menester responder cuándo y por qué el PSOE decide romper con la idea clave de la Transición. Este asunto ya no es de la derecha contra la izquierda sino la democracia contra el totalitarismo. Ahí se juega el asunto clave de la política del siglo XXI. Sin embargo, Sánchez y sus socios se obstinan en seguir practicado, en la tercera década del siglo XXI, una política de finales del siglo XIX. Sus resultados están a la vista: Sánchez se han convertido en un autócrata que imita todos los procedimientos de los peores ciclos de la historia de España.
Sánchez es el principal heredero de los ciclos de violencia y represión de la historia de España. Es el continuador de los peores rasgos del franquismo y del felipismo, pero sobre todo está llevado a su apoteosis el ciclo de Rodríguez Zapatero: destruir la idea de reconciliación sobre la que se construyo la democracia del 78. La última barbarie es celebrar la muerte de un ser humano para deshumanizar por completo el debate sobre sus acciones y su legado. Se pretende reducir a la nada la complejidad de la historia y la moralidad de cuarenta años de la vida pública española. Pero ahora se ha ido un poco más allá: no sólo se trata de la perpetuación, sin duda alguna, de todos los periodos de la historia de España marcados por el odio y violencia, sino de legitimar la dictadura comisarial y corrupta que el propio sanchismo está imponiendo a los españoles. La atracción por el abismo de una España rota, el cultivo de la cólera del español sentado, la entronización, en fin, del disparate en todos los ámbitos de la vida política son los componentes esenciales del Gobierno de Sánchez. Acabar con la tarea iniciada por Rodríguez Zapatero de destrucción total de la nación y la democracia es el objetivo final de Sánchez.