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Los bulos y Koldo Pumpido

Visto el desenlace del escándalo de los ERE de Andalucía, que Koldo esté dispuesto a inmolarse por sus jefes pierde toda su épica.

Visto el desenlace del escándalo de los ERE de Andalucía, que Koldo esté dispuesto a inmolarse por sus jefes pierde toda su épica.
Koldo García en el Tribunal Supremo. | EFE

La poderosa maquinaria propagandística del PSOE explota la teoría general de los bulos para sacudirse el peso de la corrupción. Todo es un inmenso bulo contra Pedro Sánchez y sus familiares, contra el presidente del Gobierno y sus colaboradores, contra el líder del PSOE y el club del Peugeot. Según esa línea argumental, los jueces asumen las campañas de la ultraderecha que PP y Vox convierten en un relato general de la política.

La defensa socialista es simple y ahí radica su eficacia. A efectos prácticos es ocioso tratar de demostrar la inocencia de los imputados con argumentos jurídicos. Si los hay son demasiado alambicados como para contenerlos en las píldoras de Bolaños o Pilar Alegría. La explicación del bulo es mucho más directa y de aplicación general.

Pero solo con eso el PSOE, su jefe y el Gobierno estarían perdidos. Hay más factores. Por ejemplo, ese Koldo, un auténtico aizcolari dispuesto a comerse los marrones que Aldama carga contra Ábalos, Cerdán, Sánchez, su mujer y demás personajes. He ahí, por ejemplo, a Carlos Moreno, jefe de gabinete de María Jesús Montero, un secundario cuyo papel amplía y complica la trama.

Koldo es el ejemplo esférico de parapeto socialista, el mostrenco dispuesto a ponerse en medio de la trayectoria de los jueces, un hombre totalmente entregado a la causa del sanchismo, dispuesto a ingresar en la cárcel como un auténtico "preso político". Soldados como Koldo no los hay en todos los partidos.

Sin embargo, los bulos y Koldo no serían nada sin un Tribunal Constitucional sensible a las necesidades socialistas. Visto el desenlace del escándalo de los ERE de Andalucía, uno de los mayores saqueos de fondos públicos de la historia de Europa, que Koldo esté dispuesto a inmolarse por sus jefes pierde toda su épica. El gesto ya no es tan heroico y terminal, sino un mero trámite, un breve paso por las modernas instituciones penitenciarias del Reino de España para gozar después de la impunidad constitucional.

No hay que estar dotado de grandes dotes analíticas o predictivas para pronosticar que el único perjudicado será el armario ropero y sólo por un rato, el tiempo que tarde Conde-Pumpido en sacarle del apuro. Todo lo demás es beneficio.

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