
La gran paradoja europea es que los euronihilistas son los que están al frente de la UE, montados en una tecnocracia de pacotilla y una burocracia a precio de oro, mientras que los verdaderos europeístas somos UEscépticos. Parafraseando a Vargas Llosa y su célebre pregunta, Zavalita, ¿en qué momento se jodió la UE? El 18 de junio de 2004.
La UE se construye sustituyendo a las naciones española, francesa, italiana… por una construcción artificial sin fundamento espiritual. Hemos dejado de ser españoles, alemanes… sin convertirnos en europeos. Al revés: ante la claudicación de lo nacional español, italiano… los europeos se han replegado a identidades particulares más fragmentadas: andaluces, bávaros, sicilianos… La transmisión de las culturas nacionales se ha interrumpido, sin que haya sustituido por la creación de una conciencia europea. Justamente al contrario de lo que está sucediendo en China, India, Rusia y, por supuesto, Trump, que ha devuelto a los estadounidenses el orgullo de ser y hacer "americano". ¿Quién en España se atrevería a reivindicar un "Haz España grande de nuevo"? Al revés, Sánchez y los socialistas animan y financian a todos los enemigos de lo español, avergonzándose de Hernán Cortés, sacando a Lorca en procesión con perspectiva guerracivilista pero ocultando su defensa de lo taurino y sometiéndose a la narrativa decolonialista que produce tóxicamente la academia internacional, a la que se someten sus pares españoles con servidumbre, complejo e incompetencia.
Junto a la cuestión espiritual, el problema estructural del poder
La UE ha ido acumulando poder centralizado a costa de la soberanía de los Estados miembros, creando una dicotomía entre la intención y la realidad. Los tribunales europeos, como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, han asumido roles que originalmente pertenecían a los Estados nacionales, especialmente en temas como la inmigración. Esta centralización tiene una intención noble: evitar repetir la tragedia de los refugiados judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la realidad es que estas instituciones, al intentar corregir los errores históricos, pueden estar fomentando nuevas formas de discriminación e injusticia.
El nuevo antisemitismo no surge de la negación o la fuerza como en el pasado, sino de una política de inclusión malentendida, que no distingue entre ayudar a los débiles y perder el control sobre la propia identidad y soberanía nacional. La consecuencia es un aumento de tensiones y el resurgimiento de nacionalismos fragmentados, que no buscan la unión sino la separación.
Para recuperar su soberanía y defender la civilización europea, fundada en la actitud crítica y el pensamiento individual (sintetizado por Kant en su lema "¡Atrévete a pensar por ti mismo!") cualquier país miembro debería reconsiderar su relación con instituciones como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. No se trata de rechazar la cooperación, sino de encontrar un equilibrio que permita a cada Estado aplicar políticas que reflejen sus propias necesidades y valores culturales. Por ejemplo, la jurisprudencia de los tribunales supremos europeos (del Consejo de Estado al Tribunal Europeo de Derechos Humanos) están impidiendo que los diversos Estados europeos apliquen las diferentes políticas de admisión de inmigrantes que necesitan según sus distintas circunstancias, confiscando de este modo la autoridad de la soberanía nacional.
Como decía, la paradoja es que quienes deberían estar defendiendo la esencia de Europa, los "euronihilistas" al frente de la UE, están más bien desmantelando la idea de nación y cultura europea en favor de una tecnocracia y burocracia deshumanizadas. Los verdaderos europeístas, aquellos que critican o son escépticos de esta forma de Unión Europea, ven cómo la identidad europea se desvanece, no hacia una nueva identidad común, sino hacia un mosaico de fragmentaciones regionales más intensas.
¿Por qué me refería al 18 de junio de 2004? Con la aprobación de una Constitución que se impuso torticeramente, sin información y sin debate (todavía estoy esperando que me envíen un ejemplar de la misma, como prometieron), la UE comenzó a mostrar claramente sus fisuras. Esta fecha simboliza el momento en que la integración comenzó a ser más un desafío para construir una homogeneidad artificial diseñada por tecnócratas que una unidad en la diversidad de inspiración popular.
En España, la falta de orgullo nacional y el apoyo a movimientos que desprecian la herencia cultural española no hacen más que exacerbar esta situación. Mientras países como China, India, Rusia y Estados Unidos bajo Trump reafirman su identidad nacional, España se encuentra en un proceso de auto-deslegitimación, promovido por sus propios líderes. La UE necesita un replanteamiento profundo no solo de su estructura de poder, sino también de su visión cultural y espiritual, para no perder lo que hace única a cada nación dentro de su seno, al tiempo que se fomenta una verdadera identidad europea que no se oponga a la riqueza de las identidades nacionales.