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Votar a ciegas

Ya que parece que muchos votan sin mirar el qué, sólo el quién, yo tengo una propuesta: votar a ciegas del todo, de verdad, hasta las últimas consecuencias.

Ya que parece que muchos votan sin mirar el qué, sólo el quién, yo tengo una propuesta: votar a ciegas del todo, de verdad, hasta las últimas consecuencias.
Europa Press

Definitivamente lo del famoso decreto ómnibus no hay por dónde cogerlo. Ni lo que ha pasado, ni algunos análisis que vamos leyendo por ahí. Nada más me ha faltado leer que la culpa de esto, como de todo lo demás, también la tiene Donald Trump.

Mal el Gobierno, tratando de convertir la función legislativa en un plato de lentejas: las tomas o las dejas. Mal Puigdemont, que ya no sabe qué inventar para disimular que, como el perro del hortelano, no va a comer ni a dejar comer hasta que llegue su amnistía, y todo lo demás es secundario. Ande yo caliente y jó…se la gente. Mal el PP, que, teniendo toda la razón de oponerse al decreto, porque así no se hacen las cosas, no lo parece porque no lo sabe explicar, y aún va a quedar como el hombre del saco. Mal los votantes también de todos los partidos políticos que les toman el pelo y les mienten a la cara. O les decepcionan.

¿Cómo puede ser que ni siquiera cuando le tocan temas tan serios como las pensiones, el precio del alquiler y del transporte público, las ayudas a la DANA, etc, la gente no reaccione? Tenemos un parlamentarismo penoso dónde las iniciativas no son buenas ni malas por ellas mismas, sino por quién las presenta. ¿Se acuerdan de la reforma laboral, que si al centroderecha le gustaba, no podía ser buena? ¿Alguien habría votado el bodrio de la ley del sí es sí si la hubiese presentado Vox? ¿No dejaron morir miserablemente la ley ELA porque la había propuesto Ciudadanos? Los indepes catalanes acusan a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, de hacer dumping fiscal por bajar unos impuestos que la Generalitat podría bajar también si le diera la gana (y si gestionara mejor). Ah, pero se callan como meretrices ante el único dumping fiscal que en este país no puede emular nadie ni queriendo, que es el cupo vasco… y suma y sigue.

A veces tengo la frustrante y hasta ominosa sensación de que la gente vota a ciegas. Que no es sólo que no se lea los programas electorales ni fiscalice su cumplimiento o incumplimiento: es que ni se molesta en formar criterio propio sobre si las propuestas son buenas o malas. Sólo en si son las de los "suyos" o de los de enfrente.

Se comprende que los partidos políticos, en su infinita mediocridad y a veces hasta maldad —no son todos iguales, pero ojalá algunos fueran más distintos…— hagan todo lo que pueden para colgar un cencerro al cuello de los ciudadanos. Se comprende que la gente subvencionada por ellos diga amén. Pero, ¿y la abrumadora mayoría de los que no ganan absolutamente nada con esto? ¿A esos qué les, nos pasa?

Ya que parece que muchos votan sin mirar el qué, sólo el quién, yo tengo una propuesta: votar a ciegas del todo, de verdad, hasta las últimas consecuencias. Como las catas de vinos que no te dejan ver ni la etiqueta ni el precio. A este paso, no sería ningún disparate acabar teniendo un Parlamento ciego —como esos mapas mudos de España, se acuerdan— donde las iniciativas se pusiesen a votación sin desvelar su origen ni su impacto en la dichosa estabilidad (por llamarla de alguna manera…) de la legislatura (por llamarla también algo). Y que a la hora de las elecciones, los partidos no se presentaran con sus siglas sino con la lista de las iniciativas que han votado y que han tumbado. Y que la gente juzgara hechos, que sí son amores. No colores. Parece una animalada, pero no lo sería más que lo que ahora ocurre. Piénsenlo.

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