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Qué nazis más raros

Sería el primer nazi de la historia que se declara públicamente a favor de Israel. El nazi sionista. El chavista demócrata. Hay oxímoron que ni siquiera el papel los aguanta.

Sería el primer nazi de la historia que se declara públicamente a favor de Israel. El nazi sionista. El chavista demócrata. Hay oxímoron que ni siquiera el papel los aguanta.
El magnate Elon Musk en la investidura de Donald Trump. | Europa Press

Cuadragésimo séptimo. La investidura de un presidente estadounidense es una excusa perfecta para usar ordinales que en otras circunstancias serían sustituidos por el aburrido numeral, escrito con cifras, además. La cuadragésimo séptima investidura, decía, dejó momentos para la historia, como todas. Del que más se ha hablado no ha sido el presidente Trump firmando decretos en una cancha de baloncesto como un youtuber firma libros en Sant Jordi, sino Elon Musk llamando a un taxi. Dos veces.

Vamos a ser claros. Sí, es un saludo fascista. No, no significa que Musk sea un nazi. Si hizo el gesto estúpido para molestar (own the libtards) o porque es el tío más rico del mundo pero pese a ello tiene ataques de imbecilidad dignos de un adolescente con serios problemas de adaptación, eso está sujeto a debate. La gente lista hace cosas idiotas. Yo tengo un amigo que en 2020 se compró una camiseta con el careto de Fernando Simón y aun así consiguió acabar una ingeniería. Llamar nazi a Elon Musk tiene tanto sentido como llamar decente a Pedro Sánchez u honrada a su mujer. Puede que se lo parezca a algunos, pero basta rascar un poquito para comprobar que no tiene sentido. Para empezar, sería el primer nazi de la historia que se declara públicamente a favor de Israel. El nazi sionista. El chavista demócrata. El socialista honrado. Hay oxímoron que ni siquiera el papel los aguanta.

Guillermo Fesser, que es tan malo como analista político como genio era haciendo humor en la radio, definió a Netanyahu como "un judío nazi". Mira que hay maneras de expresar lo que realmente quería decir. Podía haberle denominado como autoritario, dictatorial o, qué sé yo, criminal de guerra, pero la izquierda, al menos buena parte de ella, se mueve en conceptos binarios y carece de la profundidad de pensamiento y de expresión necesaria para hacer definiciones mínimamente matizadas cuando se trata del adversario. Para ellos el sexo es un espectro, pero la política se divide en dos: ellos y los nazis.

Rusia llama nazi a Zelensky, y lo mismo hacen tanto la extrema izquierda más enajenada como la extrema derecha más abismalmente cretina. Que el presidente ucraniano también sea judío no afecta para nada a su condición de miembro activo del NSDAP. Putin, sorprendentemente, no es nazi para nadie, pese a que su régimen ha dejado por escrito y de manera explícita su voluntad de exterminar y someter al pueblo ucraniano, y pese a haber lanzado una invasión brutal con matanzas de civiles que no se veían en Europa desde 1945. Los terroristas de Hezbolá tampoco son nazis, pese a que han jurado matar hasta al último judío de Oriente Medio, y pese a los infinitos testimonios gráficos de milicianos brazo en alto que abundan por Internet como las setas después de la lluvia. Para el antifascismo impostado de 2025 si matas judíos, a ver, tan nazi no serás.

Nazi es todo lo que no les gusta. Lo eran Bush y Reagan y por supuesto Trump también es nazi. Y Miléi. Otro judío nazi. Un locurote de nacionalsocialismo. En España la variante local de nazi es el franquista. Absolutamente todos los políticos a la derecha del PSOE han sido y son franquistas, sin excepción. Franquistas eran Rosa Díez e Inés Arrimadas y franquistas son Feijoó y Rajoy. Abascal es directamente nazi. Franquistas eran también los que en los primeros años de este siglo el PNV señalaba como adversarios para que luego ETA los pusiera en sus listas de objetivos a asesinar. Como el propio Abascal, por cierto. Otegi, que durante décadas ha defendido públicamente el asesinato de niños en el nombre de su patria y su bandera inventadas por un racistón ridículo y lunático, ese no, ese no es nazi. Ese es un hombre de paz. Qué cosas tiene la vida.

Tampoco es nazi Puigdemont. Ni siquiera fascista. Ni un poquitirritico de ultraderecha. Es más, mientras votó a favor de todo lo que el PSOE quería, ni siquiera era de derechas. Ni tan solo de centro. Era parte de "la mayoría de progreso". Que el tipo considerara que su banderita, su idioma y su idea de patria estaban por encima de todas las leyes y de todos los derechos de la población, en el nombre de una masa enfurecida a la que inyectaba odio a través de medios de comunicación y propaganda copados con sus partidarios más acérrimos, bah, eso es completamente irrelevante. Minucias. Paparruchas. Ahora que la fregona con gafas se ha puesto respondona y no le vota los decretos a Su Sanchidad, a lo mejor le suman al eje del mal. Quién sabe. La verdad es que no deja de ser curioso que la misma gente que se empeña en que todo lo que no sea apoyar a Pedro Sánchez con los ojos cerrados y la boca abierta es franquista, sea la misma que se queja por llamar "gobierno social-comunista" a un ejecutivo del PSOE en el que hay dos ministras con carné del PCE.

Volviendo a Musk: no, no es nazi. Es idiota. O se comportó como un idiota. El gesto es estúpido, censurable y propio de un tipo que debería mantenerse alejado de la política, pero no tiene mayor recorrido. Pasa que la izquierda necesita desesperadamente construirse su escenario de resistance, de antifascismo, de milicianas con fusil recitando poemas camino del frente. Viven en un 1939 interminable. Cuando Trump ganó en 2016 todo eran memes de El Cuento de la Criada. Este año no hay una serie que se lleve todos los premios Emmy a la sobreactuación progresista, pero mis dos candidatas son El hombre en el Castillo y The Boys. Si he de recomendar alguna de las dos, me quedo con la primera. Al menos los nazis son nazis de verdad.

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