
La conversación bien pudo producirse en estos términos:
Alberto: Buenos días, Pepe. Tú dirás.
Pepe: Hola, Alberto. Mira, te llamo porque quiero agradeceros vuestro voto al acuerdo de pensiones. Sé que te puse en un compromiso al anunciarlo delante de ti en el Congreso de Barcelona.
Alberto: Muchas gracias, entendemos que es nuestra obligación.
Pepe: También lo del Ritz del otro día. Me han dicho que te critican por haberme invitado.
Alberto: Esas cosas van en el sueldo. Pero yo no hago la lista de asistentes.
Pepe: ¿Sabes que hemos convocado movilizaciones?
Alberto: Sí, algo he oído. ¿Contra el Gobierno?
Pepe: No, contra vosotros.
Alberto: ¿Contra el PP?
Pepe: Sí, contra el PP y "otros", como dice Bolaños.
Alberto: Vaya, lo lamento.
Pepe: Quería que supieras que yo, personalmente, me he opuesto a que las concentraciones fuesen delante de vuestra sede. Pero hay un sector muy fuerte de la UGT, y del otro sindicato, que están presionando para que vayamos.
Alberto: Eso no sería muy democrático.
Pepe: Es opinable. Pero, si vuelve a suceder algo parecido no creo que pueda impedirlo. Que tengas un buen día.
Y colgó.
Esto es un suponer, pura ficción.
"¡Benditos sindicatos de esta tierra! ¡Benditos UGT y CCOO por estar al pie del cañón!" La vicepresidenta María Jesús Montero se desgañita a un tris de la chifladura. "Alabados sean", acompaña la concurrencia socialista que la escucha en el Pabellón de la Navegación de la Expo 92. El 2 de febrero, Pepe y Sordo se manifestarán contra un acuerdo del Congreso de los Diputados.
"De sindicatos de clase… a no se sabe qué clase de sindicatos", se lamentaba en 2014 el escritor Javier Pérez Andújar, asombrado al ver a Pepe Álvarez, entonces secretario general de la UGT catalana, apoyando el derecho a decidir junto con Muriel Casals, la presidenta de Òmnium Cultural ("asociación creada por la más pura y dura oligarquía catalana", en palabras de Andújar).
La ejecutivas de UGT y CCOO, enchufadas al Presupuesto del Estado para sobrevivir, están respondiendo a esa pregunta de "qué clase de sindicatos", mostrándose como apéndices gubernamentales cuyo cometido es, entre aplauso y aplauso a las ocurrencias de Sánchez, presionar y acosar a la CEOE. Acto seguido, se acomodan en la mesa del "diálogo social" y bajo la torva mirada de la vicepresidenta, exigen a los empresarios responsabilidad. Este doble juego ha sido lo más natural en la trayectoria del secretario general de la UGT. Pepe es un señor muy flexible. Transita del independentismo ("Cataluña necesita una relación con España negociada y acordada o… nos vamos", afirmaba en 2013) al peronismo ("Para nosotros era muy importante visualizar al sindicalismo argentino que tantas páginas gloriosas de la historia de Argentina llenó", proclamaba diez años después, ya como jefe de la UGT "estatal") Lo ha "visualizado" y le gusta.
Los secretarios generales de UGT y CCOO siempre se cuidaron de respetar a sus interlocutores de la patronal. Nicolás Redondo y Marcelino Camacho, en unos años de gran conflictividad, no acosaron a Ferrer Salat o a José María Cuevas en la puerta de su sede. En diciembre de 2010, Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo se concentraron frente al Ministerio de Economía del Gobierno de Zapatero en una jornada de protesta convocada por la Confederación Europea de Sindicatos. No fueron a la CEOE.
La llegada de Yolanda Diaz al Ministerio de Trabajo indujo un cambio en los responsables sindicales. Su dependencia de la dirigente comunista y de Sánchez les hizo olvidar que para ser respetados, no solo por la patronal, también por el gobierno de turno, es obligado conducirse con la dignidad y el decoro del que sabe lo que representa. Ellos han perdido esa dignidad, si es que alguna vez la tuvieron. Pepe y Sordo se emplean como agitadores de telediario con tácticas podemitas. Empezaron en diciembre de 2021, cuando se citaron ante la sede de CEOE para pedir una subida de salarios. El 7 de octubre 2022, la amenaza fue muy resultona y puntuaron en las teles: "Salario o conflicto". El 26 de septiembre volvieron a la carga ante el "bloqueo" de la reducción de la jornada laboral. A los pocos días, Pepe Álvarez se reunió con Puigdemont para pedirle el voto.
El pasado 23 de enero CCOO y UGT aprobaron una jornada de movilizaciones contra la votación del Congreso que tumbaba una artimaña del Gobierno. Este había intentado que la oposición tragara carros y carretas, enfrentándola a los pensionistas. No coló y a la corte de biempagaos en los medios se les unió rápido el pesebre sindical. Publicaron un comunicado denunciando el "voto conjunto de Junts, Partido Popular y Vox". Es "oportunismo político". "Hablamos de una agresión sin precedente a la mayoría social". La palabrería de siempre, pero esta vez contra la decisión de una mayoría de diputados.
Están sobrexcitados. El Gobierno sabe que la carta de "La Ministra", enviada a todos los pensionistas —yo tengo la mía: "un año más, tengo el placer de dirigirme a usted para comunicarle la subida de su pensión en 2025"— no tiene enmienda. Se lo van a tener que pensar mucho para seguir con el órdago y anular la subida de enero. El teatrillo de la "movilización" sindical les vendrá bien para recoger velas y dejarse de martingalas. Junts les ha advertido que si no presentan una alternativa en los próximos días, lo harán ellos.
Feijóo aguantó el tirón de estos trileros y ha provocado que el equilibrista Sánchez perdiera pie en ese enredo que llaman "la mayoría de la investidura". Y algo más importante: con su voto, el PP da por finiquitado el "relato" de "la responsabilidad de la derecha" para cubrir la irresponsabilidad de "los socios". Se acabó el trágala. Si no pueden gobernar, convoquen elecciones.
"¡Benditos UGT y CCOO!" ¡Benditos seáis Pepe y Sordo! Ánimo, este año conseguís el bonus por dedicación. Acoso a la CEOE. ‘Mani’ contra los acuerdos del Congreso. ¿Para cuándo un "Rodea Génova"?