
Hace hoy cinco años, el 30 de enero de 2020, la OMS declaró que la epidemia del coronavirus de Wuhan era una "Emergencia de salud pública de importancia internacional". El virus fue rebautizado como SARS-Cov-2 y la enfermedad, COVID-19, para no importunar al Gobierno de Pekín. No importaba que otros virus y enfermedades llevasen en su nombre el lugar donde nacieron (Fiebre del Nilo y Lassa, enfermedad de Marburg, Middle-East respiratory syndrome…); lo que importaba era no molestar al gigante chino. Desde ese día hasta el momento en el que la OMS decidió que la emergencia había terminado, el 5 de mayo de 2023, habían fallecido por COVID-19 casi 7 millones de personas en el mundo (6,88 millones es el número oficial), pero hay acuerdo en que la cifra real es mucho mayor.
¿De dónde vino el virus y cómo surgió? Aunque estamos casi seguros de que el virus no es un arma biológica, no podemos descartar que saliera por accidente del laboratorio de Wuhan. Allí se habían realizado experimentos para crear "supercoronavirus", también llamados ensayos de "ganancia de función". Desde Octubre de 2014, Obama las prohibió temporalmente por su peligro potencial. Pero esta moratoria fue levantada en el primer año del mandato de Trump, en diciembre de 2017. Para más vergüenza, el laboratorio de Wuhan las llevó a cabo con dinero de becas del Instituto Nacional de la Salud de EEUU (NIH).
Pues bien, tras 22 meses de trabajo, el subcomité del congreso de EEUU sobre la COVID-19 ha concluido que la pandemia se originó, probablemente, por un accidente de laboratorio en el instituto de virología de Wuhan. Aunque conviene señalar que hay científicos importantes que creen que el virus es producto de una selección natural, de lo que no cabe duda es de lo siguiente: la China de Xi-Jingpin censuró las informaciones, amordazó a los investigadores chinos e intoxicó a Occidente con informaciones falsas. En esa tarea de "desinformación", según el subcomité, China no estuvo sola; le acompañaron científicos, agencias gubernamentales de EEUU y la OMS. Sí, la OMS, cuya misión es proteger la salud mundial, sirvió en realidad como escudo para el partido comunista chino, según el Subcomité del Congreso de EEUU.
Hay múltiples ejemplos, pero quizás el más siniestro es que la OMS negó durante un mes que el virus se transmitiese entre humanos, sólo porque siguió la propaganda del PC Chino. En este mes el virus circuló libremente. ¿Es sorprendente? En absoluto. El director general de la OMS, comunista confeso, fue elevado a su puesto gracias a la China Comunista. Así se explica que los avisos de Taiwán sobre la epidemia en la China continental se encontrasen con un muro de silencio. La epidemia de desinformación se encontró con un obstáculo en la administración Trump, y con un terreno fértil en el Gobierno socialista y comunista de Sánchez e Iglesias.
Es a Trump al que se le debe atribuir el éxito de la operación "Warp-Speed", gigantesca coalición del Estado y la Industria para el desarrollo de las vacunas. De esta operación ha concluido el subcomité que fue "un gran éxito y ayudó a salvar millones de vidas".
Mientras tanto, en España, en enero de 2020 se podían contar con los dedos de una mano los científicos que alertaron de la peligrosidad del virus. La mayoría de las sociedades de salud pública y de medicina extendieron la idea de que el virus era sólo una gripe, y eso a pesar de que era ilógico pensar que los chinos iban a establecer un encierro de 14 millones de personas en Wuhan sólo por una "gripe".
El silencio de los científicos "progresistas" fue mucho más culpable que el "¡coronavirus oé!, ¡coronavirus oé!", de Broncano, ya que no tenían la excusa de la ignorancia. ¿O es que fueron cómplices por "obediencia debida"? ¿Y qué decir del Gobierno? Tuve el privilegio de ser portavoz de mi grupo en la Comisión de Sanidad del Congreso, y desde esa posición ofrecí nuestra ayuda al Gobierno, porque lo que nos importaba defender era la salud de los españoles, (vean la comisión del 27 de Febrero de 2020). Desde enero ofrecimos soluciones, y lo seguimos haciendo durante toda la epidemia.
Retrospectivamente, me avergüenza mi ingenuidad: creía yo que Simón e Illa actuaban así sólo por ignorancia. Incluso, que la ideología enloquecida era lo que les hizo priorizar las manifestaciones feministas del 8-M sobre la salud pública. Pensaba que el rechazo a la compra europea de equipos de protección era por prepotencia, y que la escasez de pruebas diagnósticas o sus indicaciones absurdas eran por estulticia. Pero tres hechos arrojan una turbia sombra sobre esta hipótesis: la trama de las mascarillas, la conexión bolivariana y el acercamiento creciente del Gobierno socialista a la esfera BRIC. Sabemos que el Gobierno utilizó inconstitucionalmente la pandemia como medio de coerción y temor masivos, pero lo que no sabemos es si también recibía sugerencias de sus aliados extranjeros.
A la altura de mayo de 2023, en España habían sido diagnosticados 14 millones de infecciones, y la cuenta de muertos llegaba a 120.964. Desde esa fecha no sabemos con certeza el número, pero seguro que es mucho mayor, y eso sin contar las víctimas colaterales por retrasos diagnósticos y de tratamiento. Desgraciadamente, todo ello puede quedar impune. Tengo la sospecha de que una sociedad científica asesoró indirectamente a un fiscal para que no se pudiera perseguir judicialmente al mal Gobierno de la epidemia.
La pandemia de COVID-19 ni ha terminado oficialmente para la OMS, ni ha terminado en la realidad: se ha convertido en endemia. El Coronavirus de Wuhan ha cambiado no sólo de nombre, sino que ha mutado en su interior, en su exterior, y en cómo infecta y hace enfermar. Se ha vuelto menos peligroso, no sólo por adaptación evolutiva (un virus que mata a su huésped no es muy eficiente), sino porque el ser humano no sólo cuenta con su inmunidad natural, sino con la inmunidad producida por las vacunas. En España hasta mayo de 2023 se habían inyectado 106 millones de dosis, y 39 millones de personas habían recibido la pauta completa (un 90,2% de los mayores de 12 años).
La comunidad científica es categórica al afirmar que las vacunas han salvado millones de vidas. Es una gran noticia que el Subcomité del Congreso de EEUU haya llegado a la misma conclusión. Como médico y como exdiputado, estoy orgulloso de haber defendido la vacunación contra la COVID. No hay libro bueno que no contenga algo malo, y sobre las luces y sombras de la política de vacunación espero poder escribir en un próximo artículo.
Mientras eso llega, quédense con este mensaje: la ciencia detrás de las vacunas ha salvado millones de vidas; las de la COVID no son una excepción, sino una feliz confirmación.