
Cada pocas semanas la debilidad parlamentaria del Gobierno vuelve a poner sobre la mesa la posibilidad de unas elecciones anticipadas. Es cierto que ningún gobierno de un país europeo soportaría la situación que soporta Sánchez, en minoría en el Congreso y asediado por la Justicia. No lo es menos que, con tal de mantenerse en el poder, nuestro presidente está dispuesto a hacer cosas que ninguno de sus colegas se atreve siquiera a pensar.
Así las cosas, es imposible saber si Pedro Sánchez convocará elecciones en unos meses, un año o quizá ni siquiera al final de la legislatura, que es lo que le gustaría. De lo único que podemos estar seguros, y cualquier análisis debe partir de ahí, es de que va a hacer lo posible y lo imposible para mantenerse en el poder.
¿Son los PGE determinantes?
Hace sólo unos días la humillación parlamentaria del decreto ómnibus hacía que pareciese imposible que se aprobasen los Presupuestos Generales del Estado. Tras el nuevo acercamiento a los de Puigdemont se diría que hay una posibilidad bastante alta de que haya PGE para 2025.
No obstante, a los efectos de nuestro análisis esta cuestión es menos relevante de lo que podría pensarse: es obvio que seguirá con más comodidad con PGE que sin, pero esta circunstancia no iba a ser en ningún caso el detonante para unas elecciones: en cualquier caso Sánchez seguiría en Moncloa.
Algunos pensarán que son sus problemas judiciales los que pueden llevar a un adelanto. Tampoco parece, ni mucho menos, seguro: si la imputación de su mujer, su hermano y el que era su número dos no le han hecho inmutarse… ¿qué nos hace pensar que cualquier otra circunstancia le llevará a dimitir o siquiera a convocar elecciones? Ni siquiera en caso de que él mismo sea imputado, un escenario que en absoluto puede ser descartado, podemos tener ninguna certeza sobre ello.
De la cuestión de confianza que pide con la boca pequeña Junts no vale la pena ni hablar: Sánchez no la va a presentar a menos que esté seguro de ganarla, así que no hay caso.
Por último, algunos expertos especulan con la posibilidad de una convocatoria que hiciese coincidir las elecciones con las autonómicas andaluzas –que en principio deberían tener lugar en junio del próximo año–.
La razón para ello es que en algunas ocasiones el PSOE ha obtenido grandes resultados electorales gracias en parte a este tipo de coincidencias, pero lo cierto es que esto tenía mucho más sentido cuando los socialistas dominaban Andalucía como un patio particular que ahora, con Juanma Moreno en condiciones, según todas las encuestas, no sólo de ganar de nuevo sino incluso de revalidar y reforzar su mayoría absoluta. En definitiva, no parece que esta coincidencia pueda ser el elemento clave de un adelanto electoral.
Un cisne negro
¿Es imposible por tanto que Pedro Sánchez haga otra cosa que agotar la legislatura? No, no lo es: su situación es extremadamente débil con sus gravísimos problemas judiciales y su minoría parlamentaria, pero probablemente sólo la aparición de un hecho más o menos extraordinario pueda precipitar el adelanto electoral.
Algo parecido a lo que Nassim Nicholas Taleb denomina un cisne negro: un acontecimiento inesperado e impredecible que cambie las reglas del juego. Hay que aclarar que en este caso no es necesario que se trate de un hecho histórico y fundamental: bastaría algo que permitiese a Sánchez salir con ventaja en la carrera electoral, que le sirviese para, tal y como ha venido haciendo y, sobre todo, como hizo en las elecciones de 2023, la campaña fuese inusual y pudiese desarrollarla con el terreno de juego inclinado a su favor.
En las pasadas elecciones ese elemento fueron las negociaciones entre PP y Vox para la formación de gobiernos autonómicos, manejadas por ambos partidos con una torpeza más que notable y aprovechada por los socialistas para una campaña tan mentirosa como eficaz.
Obviamente, es imposible prever qué tipo de acontecimiento podría servir ahora a Sánchez para tratar de hacer lo mismo, bastaría con algo que a él le parezca que le da una ventaja. Además, no tendría por qué ocurrir en España: una actuación especialmente rotunda o grosera de Trump –y ahí tienen al presidente español tratando de convertirse en némesis del americano sin que este se acabe de dar por aludido– o la victoria de un partido de ultraderecha en algún país de Europa, por poner un par de ejemplos, podrían ser ventanas de oportunidad para que el marido de Begoña, consciente de que si las elecciones son normales y se examina su gestión tiene imposible la victoria, se lanzase a la piscina.
Porque si hay alguna virtud política que se le pueda reconocer a Sánchez es la osadía. Todo lo demás, su forma de mentir, su deshonestidad, su desprecio por las instituciones y por la democracia misma, su megalomanía... son características deleznables, pero su valentía a la hora de jugársela es innegable. Sí, ya sé que en otros aspectos es un cobarde patológico tal y como demostró en Paiporta, pero ese es otro tema. En política, al revés de lo que hacen otros en España, Sánchez siempre apuesta al máximo... y, por ahora, casi siempre ganando.

