El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha querido demostrar lo concernido que están él y su Ejecutivo en la lucha contra el cáncer comparándola con la lucha en contra del cambio climático, área en la que según la percepción del líder socialista su gabinete no tiene ni rival ni parangón en el mundo. Nadie como el Gobierno de España se opone con tanta firmeza al fantasma cambio climático en una lucha que consiste exclusivamente en insultar a quienes denuncian la manipulación ideológica, el fanatismo ecologista y negocios como la destrucción de la naturaleza en favor de unas energías más caras, más sucias y más deficientes.
De modo que si la lucha contra el cáncer está al mismo nivel que todo eso se comprende perfectamente que el impacto de las políticas de este Gobierno sea absolutamente negativo. Mientras los países de nuestro entorno avanzan de manera notable con programas de detección precoz, cribados masivos y grandes inversiones en investigación, España se ha quedado atascada en políticas de prevención totalmente superadas. Ni Sánchez ni la ministra de Sanidad, Mónica García, han mostrado la más mínima inquietud por aumentar los recursos para la investigación o para costear determinados tratamientos.
La ministra de Sanidad sigue empeñada en hacer oposición cuando debería dedicarse a las tareas propias de su ministerio, a gestionar sus competencias y a ampliar el catálogo público de medicamentos, por ejemplo. También debería dejar de decir mentiras y una temporada fuera de las redes sociales tampoco le haría ningún daño.
En cuanto a Sánchez, que la prueba de su compromiso con los pacientes de cáncer sea que está a la misma altura que el relativo al espantajo ideológico del cambio climático deja claro que la sanidad le importa un rábano, que le trae perfectamente sin cuidado, pero tan sin cuidado que no tiene el más mínimo inconveniente en que Mónica García sea la ministra del ramo.
Otra prueba de lo mucho que no le importa la sanidad a Sánchez y el futuro de los pacientes de cáncer es el escándalo del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, los desatinos y disparates perpetrados por María Blasco y consentidos por el Gobierno hasta que la degradación era ya tan evidente que se le podía volver en contra.
Las palabras de Sánchez con ocasión del Día Mundial contra el Cáncer, esa comparación descabellada entre la investigación sobre el cáncer y las supersticiones ideológicas en torno al impacto de las actividades humanas en el clima muestra con toda crudeza el desinterés del presidente del Gobierno, su falta de sensibilidad y su total incomprensión. Claro que destinar recursos contra el cáncer no le es tan útil en términos políticos como dilapidar millones de euros en chiringuitos y propaganda con el catastrofismo climático como pretexto.
Para Sánchez y para Mónica García es mejor jugar a salvar el planeta que aprobar la financiación pública de los medicamentos para tratar la leucemia infantil, aumentar las pruebas de detección precoz o destinar más recursos a la investigación.