Oskar merece un okupa
La okupación en cualesquiera de sus formas debe ser delito. La sufren directa e indirectamente muchas personas en España que siempre acaban haciéndose la misma pregunta: ¿cómo es posible que se consienta tamaña injusticia?
Óscar López, el hombre de las trilogías de dos capítulos, que son como los decálogos de ocho puntos, sigue empeñado en parecer un killer político. Y no hay manera. Su misión al salir del banquillo, o del fanguillo, era asediar sin tregua a Isabel Díaz Ayuso. Misión suicida.
Vino a sustituir a Juan Lobato, que les parecía blandito pese a que estuvo en el ajo de las filtraciones contra el novio de Ayuso desde el primer momento y sólo acudió al notario como maniobra de descargo cuando la operación se destapó. El caso es que Óscar tiene el encargo de enredar desde bien temprano y denunciar insultos insultando.
Su sospechoso gusto por las alegorías espirituosas contra los rivales ya ha dejado al descubierto que prefiere una barra a un escaño para cruzar argumentos. No es que un escenario sea más digno que otro, ni mucho menos, es que las formas son distintas y parece que el perfil de Óscar cuadra más con 'la penúltima y nos vamos' que con una intervención parlamentaria. Pues ahora le ha tocado hablar de okupas y, como era de esperar, se ha puesto de su lado negando la mayor.
El problema de los inquilinos que acaban apropiándose ilegalmente de las casas ajenas negándose a pagar y a desalojar, lo que comúnmente se denomina inquiokupación, según Óscar, más bien ya Oskar, "afecta solo al 0,00000005% de los madrileños. Y puedo poner los ceros que haga falta". Impresionante.
Entre los tópicos para defender a los okupas, hasta que tocan lo tuyo, se suele decir que no es cierto que entren en casas con propietario, sólo en las de los malvados bancos y que, en todo caso, son personas —o "colectivos", que queda mejor y disuelve más— vulnerables. Mentira sideral. Los okupas entran donde sea más fácil porque saben que la Ley les protege más que al inquilino con dificultades reales de pago y, por supuesto, más que al propietario. Y cuando ya están dentro, beben, se duchan y se calientan o refrigeran gratis y hasta piden comida a domicilio —su domicilio ya— desde un iPhone, el último del mercado.
¿Vulnerables? Quizá el 0,0000000005 por ciento de ellos y podría añadir todos los ceros que me preste Oskar, que parece que le sobran y que están siempre a la izquierda, que es donde menos valen cuantos más haya.
A Oskar le hace falta vivir la experiencia para corregir sus parámetros. No es necesario que le ocupen alguna de las cuatro casas que tiene declaradas. Basta con que se le planten de vecinos durante un par de añitos, que es el plazo que te augura la Guardia Civil cuando llamas angustiado porque no aguantas más el escándalo, los estruendos y el miedo por la integridad de los tuyos. ¿Vulnerables? Los demás. Los que lo sufren en sus carnes o en sus tabiques. "No podemos hacer nada, la ley les protege, pero usted llame siempre que sea necesario y nosotros venimos…". Oskar tiene que probarlo.
Y si no le convence tendrá que meterse directamente la dosis en vena. Ver luz en su propia ventana cuando no debería haber nadie en el interior. Que tu propia llave no encaje en tu propia cerradura. Todo propio, pero en manos ajenas… O comprobar que ya no llega el dinero procedente de un alquiler y que el inquilino ha decidido, después de un elaborado razonamiento interior, que seguir pagando es un obstáculo en su desarrollo pleno como persona. Al fin y al cabo, la vivienda es un derecho, ¡qué demonios!
Los Vulnerables
Entre lo infinitesimal del homeopático Oskar está el caso de Pilar, que sufre embargos por negarse a pagar la factura del agua al delincuente inquilino que se niega a salir de su casa. Nos lo contó Sandra León, que habló con ella, como con muchos otros.
Como en todo, hay colmos. Que se lo digan a Francisco, jubilado de 75 años que trató de complementar su escasa pensión alquilando una casa heredada y la inquilina dejó de pagarle, se quedó en la casa, le tuvieron que pagar el agua y encima obtuvo el apoyo del Defensor del Pueblo, un tal Ángel Gabilondo que no consiguió carrera política y anda bendiciendo propiedades usurpadas.
No son fondos ni bancos. Y los vulnerables no son más que los que sufren la ocupación. ¿Más casos? Carmelo, un pensionista de 70 años que lleva cinco con inquiokupas que ya le deben más de 60.000 euros.
También sabemos de Itziar, una madre soltera con tres hijos y una casa okupada en Alcobendas por una familia marroquí que se suponía iba a pagar un alquiler. Lo hicieron hasta que la dueña les comunicó que quería disponer de su casa. No se fueron y, además, dejaron de pagar. Se convirtieron de pronto en vulnerables.
Otra madre en paro a la que no preguntan las empoderadas de izquierdas: Amaya, con tres hijas de 16, 6 y 4 años. Su caso lo resume ella misma en una pancarta de protesta: "Cobro del paro 907 euros para que mi inquiokupa (trabajando) y su hija (estudiante de universidad) vivan a costa de lo que mis tres niñas necesitan y yo no les puedo dar".
Jordi, de 30 años, tiene a su madre con Alzheimer y a su padre con un grado 2 de dependencia. "El dinero del alquiler nos servía para pagar la residencia. Después de 13 meses sin cobrar, no podemos hacer frente a los pagos, así que he tenido que dejar de trabajar para cuidarla yo mismo". Su inquilina, la vulnerable, no sólo dejó de pagar y se negó a irse sino que realquiló habitaciones de la casa robada.
El caso de Inma es un rayo de luz después de cuatro años de tinieblas. Pero se debe a su tesón, no a avances legales. Recuperó su casa después de cuatro años de tortura aprovechando el resquicio que se abrió en los seis días que el decreto antidesahucios estuvo sin vigor.
Merece la pena emplear media hora en leer esta selección de testimonios —hay muchos más— recabados por Sandra León. ¿Quiénes son de verdad los vulnerables? ¿Cuántas neuronas emplea Oskar en su vida diaria pagada con nuestros impuestos? Quizá todas, claro.
Desde la Plataforma de Afectados por la Okupación —nada que ver con la Plataforma de Afectados por la Hipotecas que lideraba Ada Colau, que jamás tuvo hipoteca porque pagaría a tocateja— recuerdan que, en estos momentos, "la inquiokupación es la forma más extendida de okupación en España, suponiendo un 400 por ciento más de casos que los allanamientos y usurpaciones".
La okupación en cualesquiera de sus formas debe ser delito. La sufren directa e indirectamente muchas personas en España que siempre acaban haciéndose la misma pregunta: ¿cómo es posible que se consienta tamaña injusticia? Alberto Núñez Feijóo estuvo acertado con una frase corta: "Un okupa no es vulnerable, un okupa está delinquiendo. Legislar para que esta diferencia quede clara es imprescindible". Se lo recordaremos.
Pero aquí es que pontifica cualquiera sin importar si se sabe la lección. La marquesa de Villatinaja (FJL) lo mismo hace una Ley suelta-violadores y acorta sus penas que se va a Europa a cobrar más por todavía menos o se pone a hablar de vivienda y de okupas desde el recoleto porche de su finca en Galapagar. Sólo podemos imaginarlo porque la espesura de los setos que ocultan el perímetro de su propiedad —¡uy, sí, propiedad! — hace imposible ver lo que sucede en el interior. ¿Estará especulando? Desde que llegó.
Irene Montero no tiene media palabra para los verdaderos vulnerables, ni siquiera para las madres solteras, las niñas o las ancianas de su "igual da"... Irene es como Oskar y debería sentir el calor de sus vulnerables dentro de su casa, en este caso, la humilde morada. Merecen un okupa, otro distinto a Pedro Sánchez.
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