
El cine español no es precisamente lo mejor de nuestro país en materia artística y cultural. De hecho, el "cine español" es un género en sí mismo caracterizado por argumentos torpes y manidos, producciones precarias, direcciones y actuaciones muy deficientes y mucha subvención, lo que le aleja de ser un industria digna de tal nombre. La gran mayoría de las películas producidas en España no valen nada, recaudan menos de lo que reciben en ayudas públicas y son verdaderamente insoportables.
Pero como en todo, hay excepciones. Por ejemplo, la película La infiltrada, dirigida por Arantxa Echevarría y protagonizada por Carolina Yuste. El film narra la historia de una joven agente de la Policía Nacional inserta en el entorno de la banda terrorista ETA y que tras años de misión en las cloacas "abertzales" aporta información sustantiva para desarticular al llamado "comando Donosti". Una historia real narrada con una precisión documental impactante, ajena por completo a lo que es la norma cinematográfica en España.
Dadas las virtudes de la película, su excelente factura y su apego a la verdad, lo primero que sorprende es que se trate de una producción española. Lo que no sorprende nada por esas mismas razones es el ninguneo generalizado hasta que contra todo pronóstico se alzó con el premio a la mejor película del año en la gala de los Goya, galardón que comparte con El 47, una película tan celebrada como falsa y demagógica.
El contraste entre ambas películas es tan agudo que abochorna. El 47 también es una historia basada en hechos reales (el secuestro de un autobús de Barcelona para reclamar transporte público en el barrio de Torre Baró) contada con el concurso de mentiras como la supuesta propensión a hablar catalán de la población inmigrada. La infiltrada, por contra, es puro realismo. La recreación del asesinato de Gregorio Ordóñez es un ejemplo, así como la interpretación de Diego Anido en el papel del terrorista Sergio Polo.
De la película se ha hablado poco porque es "políticamente incorrecta". Los herederos políticos de los terroristas son ahora socios del Gobierno de Sánchez y el film no resulta amable ni con la ETA ni con sus cómplices. Tampoco con los que miraban para otro lado por sistema. Que La infiltrada se estrenara (recaudó más de ocho millones de euros, la película más taquillera dirigida por una mujer) y que ahora se pueda ver en televisión es casi un milagro porque su contenido revela lo que el Gobierno no quiere que se sepa sobre el pasado más reciente y cuestiona el espeso manto de silencio sobre la banda.
Por cierto, ese Sergio Polo que tendría que estar en la cárcel hasta 2029 por cuatro atentados con tres víctimas mortales ya disfruta del régimen abierto gracias al gobierno vasco.
