Mientras algunos tratan de encontrar explicaciones –y justificaciones– totalmente surrealistas a la agresión de un sátrapa asesino como Putin, se hace más necesario recordar la verdadera naturaleza de lo que ha ocurrido y está todavía ocurriendo en Ucrania.
Que no es otra cosa que una invasión brutal, planteada como una guerra de exterminio en la peor tradición del Ejército Rojo soviético, en la que ya hay documentados decenas de miles de casos de crímenes de guerra, brutales asesinatos, violaciones masivas, deportaciones, secuestros, destrucción deliberada de infraestructuras civiles a cientos o miles de kilómetros del frente…
Del otro lado, del de las víctimas, está Ucrania: un país al que todo Occidente dejó solo antes de la invasión, al que hemos ayudado con cuentagotas después y por el que nadie daba un duro al inicio de la guerra, pero que ha aguantado con un heroísmo como se ha visto en muy pocas ocasiones, que ha logrado no ser derrotado en una guerra que tenía perdida y que lo ha hecho gracias a un sacrificio descomunal, entregando la vida de decenas de miles de héroes que han dado su sangre por su libertad y la de su pueblo, obvio, pero también y no lo olvidemos, por la libertad de toda Europa.
Por eso las palabras de Trump sobre Ucrania y sobre Zelenski resultan tan o más nauseabundas que su propio comportamiento, por eso las piruetas retóricas de los que tratan de señalar a otros para exculpar a Putin son tan lamentables. Especialmente aquí en España, donde algunos todavía recordamos cómo había explicaciones igualmente sesudas y profundas sobre determinados "conflictos" cuyo fin único era hacernos creer que las bombas lapa y los tiros en la nuca no eran tan malos.
Qué es exactamente lo que están haciendo Trump y sus aliados: esparcir una serie de medias verdades y mentiras enteras para justificar lo injustificable, una traición a una nación heroica –los que tanto presumen de defender a las naciones, por cierto– y a la causa de la libertad.
Y a la hora de la verdad, una traición a los intereses reales de Estados Unidos y de Europa: si hay algo que nos enseña la historia es que dejar al totalitarismo campar a sus anchas por este continente acaba convirtiéndose en un problema del que no puedes escapar, incluso aunque tengas "un gran y precioso océano de separación", como ha dicho el ignorante inquilino de la Casa Blanca.

