
Las consecuencias de la gota fría en Valencia podrían haber sido menos trágicas si el Gobierno de España tuviera unos servicios de previsión meteorológica dignos de tal nombre, si dispusiera de una política medioambiental libre de las barbaridades impuestas por el ecologismo más trasnochado, si hubiera existido un mínimo mantenimiento y una adecuada limpieza de cauces y orillas y si se hubieran activado medios alertas en tiempo y forma. De modo muy sucinto, la izquierda considera que las malas hierbas son buenas, que las presas son malas y que desviar los ríos ofende a la Mama Pacha en general y a la Cocha Mama en particular.
Pero pasó lo que pasó. Más de doscientos muertos y miles de millones en pérdidas materiales. En ese contexto, lo único que hizo bien el Gobierno de Pedro Sánchez fue desviar el foco hacia la Generalidad valenciana y hacia su presidente, Carlos Mazón, quien no estaba donde tenía que estar, no supo reaccionar a tiempo y encima se arrastró servilmente, como él mismo ha reconocido, ante Pedro Sánchez, alias el jabato de Paiporta. Es perfectamente comprensible que Mazón no dimitiera en los primeros días y tal vez semanas de la catástrofe, pero lo que no tiene sentido alguno es que aún permanezca en el cargo.
El todavía presidente de la Comunidad Valenciana es un lastre insoportable para el Partido Popular y compromete seriamente las posibilidades de Alberto Núñez Feijóo de alcanzar la presidencia del Gobierno. La culpa de lo ocurrido no es del todo suya, pero sí una parte no precisamente menor. No estuvo a la altura y sus inconexas y contradictorias explicaciones sobre las primeras horas de la gota fría muestran que no está capacitado para el cargo y que la situación le superó y le supera.
Ya no está en juego su futuro político, que es inexistente, sino la misma posibilidad de que el PP gane las próximas elecciones generales. Ahora mismo Mazón es un zombi, un pelele, un hombre destrozado cuya continuidad en el cargo no sólo le perjudica a él sino que erosiona de forma muy acusada el liderazgo de Núñez Feijóo. Si Mazón fuera consciente de lo que pasó y ocurre no tardaría ni un minuto en dimitir. Sólo así podría restaurar mínimamente su honor y dignidad. Pero lo que aún se explica menos es que Núñez Feijóo permita que siga en el cargo. Cada día que Mazón permanece al frente de la Generalidad se reducen dramáticamente las posibilidades de que el presidente del PP llegue a la Moncloa. Mientras tanto, Sánchez sigue adelante en su proyecto autoritario. Sin oposición.
