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EDITORIAL

Las trampas del Gobierno con el IRPF para castigar a la clase media

Son cerca de 10.000 millones anuales lo que el Gobierno recauda artificialmente a la clase media y trabajadora.

La ministra de Hacienda se jacta de manera habitual de que el Ejecutivo socialcomunista no ha subido los impuestos a la clase media desde la llegada de Sánchez al poder. La inefable María Jesús Montero oculta, sin embargo, la ingeniería fiscal que aplica su departamento para recaudar por la puerta de atrás miles de millones de euros con cargo a la inmensa mayoría de los trabajadores españoles. La trampa, no por burda menos efectiva, es suprimir los efectos de la inflación en los tipos del IRPF para cargar su peso de manera exclusiva en las espaldas de los contribuyentes.

Como es evidente, lo correcto en términos recaudatorios es tener en cuenta el impacto de la inflación en la economía, impidiendo que las familias paguen más a Hacienda cuando, en realidad, su poder adquisitivo está cayendo en picado. Teniendo en cuenta que el IPC en los últimos cuatro años se ha disparado más de un 19%, no resulta extraño que Montero presuma de los continuos incrementos en el volumen de recaudación que, en el caso del IRPF, suponen más de 120.000 millones anuales.

Los expertos denunciaron nuevamente la semana pasada que "como el Gobierno no ha deflactado la tarifa ni ha aumentado los mínimos personales o familiares, los ciudadanos, una vez más, perderán poder adquisitivo". Pero María Jesús Montero se ha negado en repetidas ocasiones a deflactar la parte estatal de este tributo desde que comenzara la tormenta inflacionista en el año 2021, lo que se traduce en un castigo añadido al contribuyente que, año tras año, no deja de crecer. Son cerca de 10.000 millones anuales lo que el Gobierno recauda artificialmente a la clase media y trabajadora, un hachazo fiscal encubierto que engorda las arcas del Estado mientras se empobrece a los contribuyentes, tanto más cuanto más alto es el tramo del impuesto en el que están encuadrados.

El afán recaudatorio del Gobierno de Sánchez adquiere mayor gravedad si tenemos en cuenta el destino de la parte mollar de esos beneficios fiscales incautados por la puerta de atrás. Sánchez necesita dinero para comprar a sus socios el poder seguir durmiendo en La Moncloa y eso exige aumentar constantemente la recaudación fiscal, aunque suponga un castigo añadido a la empobrecida clase media. La negativa de Montero a incluir en el IRPF los efectos de la inflación son una indecencia más de Sánchez, dispuesto a todo si con eso consigue mantenerse en el poder.

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